Un día que Yehá fue al baño acompañando a Tamerlán, fue interrogado por éste:
-Si yo fuera un esclavo, ¿por qué precio me venderías?
Yehá le contestó:
-Por cincuenta reales.
Tamerlán le dijo indignado:
-¡Qué poco sabes apreciar! Solamente la toalla que llevo en la cintura vale ese precio.
Yehá, sin perder su calma habitual, le dijo:
-Es que también he incluído el precio de la toalla.
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Un día le dijo Tamerlán:
-Sabrás, oh Yehá, que todos los califas abasidas llevan un sobrenombre especial. Uno se titula: El que acepta lo que Dios depara; otro, El que confía en el Señor; otro, El que se refugia en el Señor y análogamente los demás. Dime; si yo fuera uno de ellos, ¿qué sobrenombre debería adoptar?
Sin vacilar, le contestó Yehá:
-Señor, sin duda os llamaría: ¡Líbrenos Dios!
Yehá fue invitado por unos jóvenes de Aak Chahr para que los acompañara al baño. Pretendían mofarse de él y con ese objeto acordaron que cada uno llevaría consigo un huevo. Cuando se despojaron de sus vestidos y se disponían a entrar desnudos en el agua acompañados de Yehá, dijo uno:
-Venid, vamos a poner cada uno un huevo y el que no lo ponga pagará el importe del baño.
Todos se reunieron y pusiéronse a imitar el cacareo de la gallina; poco después presentaba cada uno un huevo en la mano.
Al ver esto, comprendió Yehá la broma que le habían preparado y poniéndose frente a ellos empezó a imitar el canto del gallo.
-¿Qué haces Yehá?, le preguntaron los muchachos.
Y Yehá les contestó:
-Soy vuestro gallo; ¿por ventura habéis visto nunca un gallinero sin gallo?
Cuentos de Yehá, Recogidos, ordenados y publicados por Tomás García Figueras, Ed. Padilla libros, Sevilla.
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