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viernes, 18 de diciembre de 2009

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS (III)


Pese a que se insistia desde la Corte en que la expulsión de los moriscos valencianos se circunscribiría únicamente a ellos, tenidos por los más peligrosos, pocos en el resto de España se llamaban a engaño, asumiendo que muy pronto otros moriscos iban a seguir el camino de los primeros expulsados. Así el 9 de diciembre, cuando la expulsión por el Mediterráneo da sus últimas bocanadas, el rey firma el Decreto de expulsión de los reinos de Granada, Murcia y Andalucía y la villa de Hornachos, decreto que será hecho público en enero del siguiente año. Previendo que el paso de los moriscos de estos reinos por Castilla podría provocar alteraciones, el rey publicó previamente una cédula permitiendo a los moriscos castellanos que así lo quisieran vender sus bienes con ciertas limitaciones y emigrar por tierra hacia el norte por Burgos, puesto que se les prohíbe pasar a Valencia y Aragón.


Llama la atención de este decreto, al igual que en el de Valencia, la escasa insistencia que se hace en el hecho del problema que pueda suponer el aferrarse los moriscos a su creencia musulmana, pasando a un primer plano la amenaza política para el país que podían suponer. Seguramente por ese motivo se incluye en este decreto al único pueblo que es citado al lado de los reinos en los decretos de expulsión: Hornachos (Badajoz). Los moriscos hornacheros eran famosos desde comienzos del siglo XVI por su resistencia a la integración, por la persistencia en sus costumbres musulmanas, por su febril actividad trajinera y por los problemas que causaban a las autoridades cristianas. Todos estos hechos los convertirán en candidatos para encabezar la serie de expulsiones de moriscos del interior peninsular.


La expulsión de los moriscos andaluces, granadinos y murcianos se realizó sin grandes inconvenientes y, desde luego, sin ninguno de los graves problemas que habían surgido en Valencia. Aunque hubo abusos y robos por parte de los cristianos viejos en la salida de los moriscos, parece que en general la población mostró más conmiseración con una población que, especialmente en Andalucía y Murcia, llevaba mucho tiempo sin presentar ningún tipo de disturbios.


De esta forma, largas columnas de personas abandonaron de nuevo sus lugares de residencia y trabajo rumbo ahora no a las costas, sino al norte de la Península en para franquear los Pirineos y poder llegar a un destino más o menos seguro, pero más o menos incierto en Francia.




9/XII/1609. Decreto de expulsión de los moriscos de los reinos de Granada, Murcia y Andalucía, y de la villa de Hornachos.
El Rey. Por cuanto la razón de bueno y cristiano gobierno obliga en conciencia a expeler de los reinos y repúblicas las cosas que causan escándalo y daño a los buenos súbditos y peligro al Estado, y sobre todo ofensa en deservicio de Dios Nuestro Señor, habiendo de la experiencia mostrado que todos estos inconvenientes han causado la residencia de los cristianos nuevos moriscos en los reinos de Granada, y Murcia y Andalucía, porque demás de ser y proceder de los que concurrieron en el levantamiento de dicho reino de Granada, cuyo principio fue matar con atroces muertes y martirios a todos los sacerdotes y cristianos viejos que pudieron y en ellos vivían, llamando al turco que viniesen en su favor y ayuda, y habiéndolos sacado del dicho reino, con fin de que arrepentido de su delito viviesen cristiana y fielmente dándoles justas e inconvenientes órdenes y preceptos de lo que debían hacer, no sólo no los han guardado ni cumplido con las obligaciones de nuestra santa fe, pero mostrando siempre aversión a ella, en grande menosprecio y ofensa de Dios nuestro Señor, como se ha visto por la multitud de los que se han castigado por el Santo Oficio de la Inquisición, demás de lo cual han cometido muchos robos y muertes contra los cristianos viejos. Y no contentos con esto han tratado de conspirar contra mi corona real y estos reinos, procurando el socorro y ayuda del turco, y yendo y viniendo personas enviadas por ellos a este efecto; y esta misma diligencia hicieron con otros príncipes, de que le pretendían ayudar, ofreciéndoles sus personas y haciendas. Y militar contra ellos la vehemente presunción y sospecha de todos los susodichos delitos, pues no se halla que ninguno de los susodichos han venido a revelar en tantos años ninguna cosa de sus máquinas y conspiraciones; antes las han siempre encubierto y negado, que es clara señal de que todos han sido de una misma opinión y voluntad contra el servicio de Dios y mío, y bien destos reinos, pudiendo y debiendo y mirar a muchos caballeros de los suyos de esclarecida sangre que han servido y sirven a Dios y a los señores reyes mis progenitores como buenos cristianos y leales vasallos. Considerando pues todo lo susodicho y la obligación precisa que tengo yo de poner remedio en ello, y procurando la conservación y aumento de mis reinos y súbditos, y deseando cumplir con ella, me he resuelto (con parecer y consejo de muchos doctos hombres, y de otras personas muy cristianos y prudentes, celosos del servicio de Dios y mío) de expeler de los dichos reinos de Granada y Murcia, de Andalucía y de la villa de Hornachos, aunque esté fuera de los límites de los dichos reinos, todos los cristianos nuevos moriscos que en ellos hay, ansí hombres como mujeres y niños, como quiera que cuando algún grave y detestable crimen se comete, por algún colegio o universidad, es razón que el tal colegio o universidad sea disuelto y aniquilado, y los menores y los mayores sean punidos, y aquellos que pervierten el bueno y honesto vivir de las repúblicas, y de sus ciudades y villas, sean expelidos de los pueblos, porque su contagio no se pegue a los otros.
Por tanto, en virtud de la presente, ordeno y mando que todos los dichos cristianos nuevos moriscos, sin exceptar ninguno, que viven y residen en los dichos reinos de Granada, Murcia y Andalucía, y la dicha villa de Hornachos, ansí hombres como mujeres, de cualquier edad que sean, tanto los naturales dellos como los no naturales que en cualquier manera o por cualquier causa hayan venido o estén en los dichos reinos (excepto los que fueren esclavos), salgan dentro de 30 días primeros siguientes, que se cuenten desde el día de la publicación desta mi cédula, de todos estos mis Reinos y Señoríos de España, con sus hijos e hijas, criados y criadas y familiares de su nación, así grandes como pequeños, y que no sean osados de tornar a ellos, ni estar en ellos, ni en parte, ni de paso, ni en otra manera alguna. Les prohíbo que no puedan salir por los reinos de Valencia y Aragón, ni entrar en ellos, so pena que si no lo hicieren ni cumplieren ansí y fueren hallados en los dichos mis reinos y señoríos, de cualquier manera que sean, pasado el dicho término, incurran en pena de muerte y confiscación de todos sus bienes, para el efecto que yo los mandare aplicar, en las cuales penas incurran por el mismo hecho, sin otro proceso ni causa ni declaración. Y mando y prohíbo que ninguna persona de todos mis reinos y señoríos, estantes y habitantes, de cualquiera calidad, preeminencia, estado y condición que sean, no sean osados de recebir ni recetar ni acoger pública ni secretamente moriscos ni moriscas, pasado el dicho término para siempre jamás en sus tierras ni casas ni en otra parte alguna, so pena de perdimiento de todos sus bienes vasallos y fortalezas y otros heredamientos. Y otrosí pierdan cualesquier mercedes que de mí tengan, aplicados para mi hacienda todos los bienes muebles y raíces de los dichos moriscos, como bienes de proditores de crimen lege majestatis divina y humana. Todavía usando de clemencia con ellos tengo por bien que puedan durante el dicho tiempo de 30 días disponer de sus bienes muebles y semovientes y llevarlos no en moneda de oro, plata ni joyas ni letras de cambio, sino en mercadurías no prohibidas, compradas de los naturales destos reinos y no de otros ni en fruto dellos, para que los dichos moriscos y moriscas puedan durante el dicho tiempo de 30 días disponer de sí y de sus bienes muebles y semovientes, hacer empleo dellos en las dichas mercadurías y frutos de la tierra y llevar los que ansí compraren, porque las raíces han de quedar por hacienda mía, para aplicarla a buenas obras del servicio de Dios nuestro Señor, y bien público que más me pareciere convenir. Declároslos tomo y recibo debajo de mi protección y amparo y seguro real, a ellos y a sus bienes, para que durante el dicho tiempo puedan andar y estar seguros, vender, trocar y enajenar los dichos sus bienes muebles y semovientes, y emplear la moneda, oro, plata y joyas como queda dicho, y en mercadurías compradas de naturales destos reinos y frutos dellos, y llevar consigo las dichas mercadurías libremente a su voluntad, sin que en el dicho tiempo les sea hecho mal ni daño en sus personas y bienes contra justicia, so las penas en que caen e incurren los que quebrantan el seguro real. Y ansí mismo doy licencia y facultad a los dichos moriscos para que puedan sacar destos dichos mis reinos y señoríos en las dichas mercadurías y frutos por mar y por tierra pagando los derechos acostumbrados, con trato que como arriba se dice no saquen oro, ni plata, ni moneda amonedada, ni las otras cosas vedadas por leyes destos reinos en especie ni por cambio, salvo en las dichas mercadurías y frutos, que no sean cosas vedadas; pero bien permito que puedan llevar el dinero que hubieren menester para le tránsito que han de hacer por tierra, como para su embarcación por mar. Y mando que todas las justicias destos mis reinos, y mis capitanes generales de mis galeras y armadas de alto borde que hagan guardar y cumplir todo lo susodicho, y no sólo no vayan contra ello, porque den para su breve y buena ejecución todo el favor y ayuda que fuere necesario, so pena de privación de sus oficios y confiscación de todos sus bienes. Y mando que esta carta, y lo en ella contenido, se pregone públicamente para que venga a noticia de todos y ninguno pueda pretender ignorancia. Dada en Madrid a 9 de diciembre de 1609.




28/XII/1609. Cédula real permitiendo a los moriscos de Castilla salir con sus bienes muebles.
Por cuanto por muy justas y precisas causas que a ello me movieron del servicio de Dios nuestro Señor y mío, bien y seguridad de estos reinos de España, mandé que saliesen del de Valencia todos los cristianos nuevos moriscos que estaban y residían en él, y que se fuesen fuera de estos dichos reinos de España, por las causas que se declaran en el bando que sobre ello mande publicar en el dicho reino. Y ahora viendo que los de la dicha nación que habitan en los reinos de Castilla Vieja, Nueva, Extremadura, y la Mancha, se han inquietado y dado ocasión de pensar que tienen gana de irse a vivir fuera destos reinos, pues han comenzado a disponer de sus haciendas, vendiéndolas por mucho menos de lo que valen y no siendo mi intención que ninguno viva en ellos contra su voluntad. Por tanto permito, y doy licencia en virtud de la presente a todos los que se quisieren ir destos mis reinos y señoríos de España a vivir fuera de ellos adonde bien visto les fuere, para que sin caer ni incurrir en pena alguna, lo puedan hacer dentro de 30 días, que corren desde la publicación della. Y tengo por bien que puedan durante el dicho tiempo disponer de sus bienes muebles, y semovientes, y no de las raíces, y llevarlos no en moneda, oro, plata, ni joyas, ni letras de cambio, sino en mercadurías no prohibidas, compradas de los naturales destos reinos, y no de otros y en fruto dellos. Pero bien permito que puedan llevar el dinero que hubieren menester para el tránsito que han de hacer. Y para que puedan hacer todo lo susodicho con seguridad de los que tomo y recibo, a los que ansí se quisieren salir destos reinos, debajo de mi protección y amparo real, y los asegurar de ellos y a sus bienes para que durante el dicho tiempo puedan andar y estar seguros, vender, trocar y enajenar todos los dichos sus bienes muebles, y semovientes, y emplear la moneda, oro, plata, joyas en mercadurías cuya saca lo permitida por leyes y premáticas destos reinos, compradas como queda dicho de naturales de ellos, y en fruto de los mismos reinos, sin que en el dicho tiempo les sea hecho mal ni daño en sus personas ni bienes contra justicia so las penas en que caen e incurren los que quebrantan el seguro real. Y ansí mismo doy licencia y facultad a los susodichos para que puedan sacar destos dichos mis reinos y señoríos, las dichas mercadurías y frutos, por mar, y por tierra, pagando los derechos acostumbrados: con tanto que como arriba se dice, no saquen oro, ni plata, moneda amonedada ni las otras cosas vedadas por leyes destos reinos, en especie y por cambios. Y mando a todas las justicias destos dichos mis reinos, y a los mis gobernadores de fronteras, capitanes, generales de galeras, y armadas de alto bordo, que guarden, y hagan guardar y cumplir todo lo susodicho y no solamente nadie vayan contra ellos, pero para su buena y breve ejecución todo el favor y ayuda que fuere menester, so pena de privación de oficios, y confiscación de bienes. Y mando que esta mi cédula en ella contenido, se pregone públicamente, para que venga a noticia de todos. Dada en Madrid a 28 de diciembre de 1609.
Es mi voluntad que los que así se quisieren ir fuera destos dichos mis reinos y señoríos, no pasen por la provincia del Andalucía, ni por los Reinos de Granada, Murcia, Valencia, ni Aragón, so pena de muerte y perdimientos de bienes: no valga lo testado.
Yo el Rey / Andrés de Prada

jueves, 17 de diciembre de 2009

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS (II)




A lo largo de tres meses se fue llevando a cabo la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia a través de los puertos del Mediterráneo hacia Orán. Aunque la acogida de los primeros moriscos que allí llegaron -los de la huerta de Gandía y los del valle medio del Vinalopó- fue sin incidentes y éstos pudieron pasar con autorización sin demasiado contratiempo a territorio argelino, a Tremecén y Mostaganem, pronto la situación iba a cambiar. La continua llegada de barcos, oficiales y particulares, a la ciudad-presidio de Orán, único puerto español en la zona, pronto iba a desbordar los angostos límites de la ciudad. Unas semanas después de las primeras llegadas, los moriscos eran arrojados a playas cercanas a la ciudad y dejados a merced de los grupos de beduinos seminómadas, que tenían en la rapiña uno de sus medios habituales de subsistencia. Estos grupos de moriscos iban a ser atacados, expoliados y en algunos casos asesinados por estos "alárabes", en expresión de la época.

Las noticias llegarían pronto a las costas valencianas, que mientras tanto seguían despidiendo más y más barcos cargados de moriscos, y produjeron que dos grandes contingentes de moriscos valencianos, ya de por sí angustiados por su destino, se rebelaran en contra de sus desplazamientos a la costa y se retiraran a las alturas de las montañas valencianas de la Muela de Cortes y del Valle alicantino de Laguar.

En estos sitios se firmaron los últimos y desesperados intentos de resistencia física de los moriscos contra los cristians viejos. Los ejércitos reales, a quienes se unieron las milicias locales, aunque tuvieron algunos enfrentamientos directos con los sublevados, pronto optaron por aislar a los moriscos en las cimas en las que se encontraban agrupados, cortando sus suministros de comida y de agua. Aunque los rebelados de Cortes se rindieron al cabo de un tiempo, los sublevados de Laguar, entre los que se contaban la mayoría de los moriscos de los valles de la Marina alta de Alicante.

Las fuentes contemporáneas hacen recuento de los moriscos que se sublevaron primeramente en el pueblo de Jalón, y su peregrinar hacia lo más alto de la montaña, el Cavall Verd:

Eran los que ya andavan con las armas los moriscos de Alahuar, Alcalá, Ebo, Parcente, Alcahalí, Tarbena, Castell de Castells, arraual de Murla, Orba, Sagra, y Tormos: y comunicándose con los del marquesado de Guadaleste, y valle de Çeta, hizieron un cuerpo para levantarse. A estos sigieron los de Relleu, Sella y valle de Planes, quemando los más destos pueblos las iglesias y cosas sagradas el día de su levantamiento. A veynte y siete de octubre se acavaron de levantar los del valle de Guadaleste y Baronia de Confrides, y juntándose con los de Relleu y Sella se vinieron con cuatro banderas tendidas al lugar de Fageca, donde aguardavan los de las valles de Çeta y Travadel, para subirse a Alahuar, con toda la ropa de sus casas y los bastimentos que podían llevar, saqueando lo primero las casas de los señores y de los curas.

La ruta parece ir desde el interior a los valles más orientales, para buscar el lugar más fácil de defender, el Cavall Verd. El primer núcleo, junto con Fageca, será Castell de Castells, donde asolarán la iglesia, y desde allí, tras una breve y dudosa estancia en Aialt, pasarán al Valle de Laguar. El gran número de moriscos rebelados, unos 15.000 aproximadamente, hará que no puedan alojarse todos en los pueblos de Laguar (Fleix, Benimaurell y Campell), y la gran mayoría lo hará en Gorga, en tiendas de campaña y las cuevas esparcidas por el monte. Allí comenzarán, al decir de los cronistas cristianos, los padecimientos de los moriscos: en sus miserables chozas y en hacer justicia “a fuero de Argel, verbalmente, y con palos en las barrigas y caderas”, como si fuera una nueva Babilonia, enardecidos por sus alfaquíes “Pallop” y “Barom".

D. Agustín Mexía, el encargado de las tropas de tierra para todo el hecho de la expulsión, tomó las medidas necesarias para sofocar la rebelión. Juntando milicias locales y los tercios de Nápoles y Sicilia, ordenó que se congregaran en los mismos pueblos de los que habían salido los moriscos y emprendieron idéntico camino que aquellos, formando en el Pla de Petracos, remontando el barranco de Malafí y encontrándose con los rebelados en la entrada de Garga y en el castillo de Atzavaras. Los duros enfrentamientos, de espantosas descripciones contemporáneas, hacen que los moriscos pierdan un gran número de efectivos, entre ellos su líder, Ahmad Mellini y éstos se retirarán hacia el punto fortificado más alto, el castillo de Pop. Allí guarecidos, y tras nombrar sucesivamente a tres cabecillas, Miguel Pyteu de Laguar, Blanco de Salón y un hermano de Mellini, intentarán resistir esperanzados, dice el cronista Guadalajara, en el auxilio del fabuloso Moro Alfatimí y su caballo verde. Los cristianos preferirán en esta ocasión evitar el cuerpo a cuerpo y derrotar a los moriscos con un lento cerco, cortándoles el agua que les llegaba de Murla y Benichembla. Aguantaron hasta el veintinueve de noviembre, fecha en la que capitularon y descendieron de la montaña 13.000 personas en un estado lamentable:

Rabiando de sed se arrojaban al agua, bebiendo algunos tanto que rebentaron (Marcos de Guadalajara)



Todas las fuentes coinciden en afirmar que la rendición, camino y embarque de los moriscos sublevados fue uno de los más patéticos que tuvieron lugar en aquellas fechas. Así habla Gaspar Escolano:

En la sierra de Pop se hallaron gran cantidad de cuerpos muertos: los demás llegaron a tan increíble miseria que no sólo los padres por hambre daban sus hijos a los cristianos que conocían, más aún, los vendían a los soldados extranjeros por una cuaderna de pan y por un puñado de higos. Por los caminos los llevaban medio arrastrando a la embarcación y les quitaban los hijos y las mujeres, y aún la ropa que traían vestida: y llegaban tan desvalijados, que unos medio desnudos y otros desnudos del todo se arrojaban al mar por llegar a embarcarse; y se entiende que la mayor parte dellos murieron en el pasaje, y antes de la embarcación.

Incluso Gaspar de Aguilar, generalmente beatífico en su poética descripción de la expulsión de los moriscos de España, deja traslucir algunas de las noticias del espanto que tuvo que ser la bajada de los moriscos rendidos en el Valle de Laguar:


Todos bajan alegres y contentos

a gozar de aquel bien que les conceden;

pero algunos flacos, macilentos,

que apenas por el monte bajar pueden.

Dos disformes contrarios elementos

causan que muertos, aunque vivos queden,

porque bajan helados y abrasados,

abrasados de sed, de frío helados.



Algunos que se cansan y se enojan

del confuso alboroto de la gente,

no esperan a bajar y así se arrojan

como ciervos heridos a la fuente.

Y los que más se afigen y congojan

con la gran furia de la sed ardiente,

dan a la muerte la triunfante palma,

pues antes de beber rinden el alma.



La Española piedad maravillosa

que jamás quiere que el contrario muera

a manos de el hambre rigurosa,

sino a los filos de su espada fiera;

Hasta darles comida no reposa,

y así puestos algunos en hilera

ofrecen a los Moros enemigos

pan, pasas, almendras, nueces, higos.

La relación oficial de embarcados estima en unos 1.500 los moriscos rendidos que murieron antes de poder embarcarse. Del 4 al 17 de diciembre, los moriscos del Vall de Laguar fueron embarcando hacia Argelia en los puertos de Denia (4.000) y Jávea (7.537): en total unas 11.500 personas que tras su rebelión salieron envueltas en la miseria de su tierra.

Con el embarque de los insurrectos de Laguar prácticamente se dio por concluido el proceso de los embarques de los moriscos valencianos, aunque aún, entre los meses de enero y abril, tendrian lugar más embarques de moriscos rezagados y de moriscos que se habían escondido en las montañas, fenómeno minoritario que, con todo, habría de prolongarse hasta 1612.

En total, aproximadamente algo más de 117.000 personas procedentes del Reino de Valencia fueron embarcadas hacia un destino incierto, la mayor parte en el Norte de África y unos pocos hacia Italia. De todos ellos, la inmensa mayoría, unos 116.000 habían sido expulsados en un poco más de tres meses por los puertos levantinos. Más de cinco mil moriscos murieron en este mismo lapso de tiempo. Varios centenares, quizá un millar, habrían logrado huir hacia el interior. Y también muchos niños, con seguridad más de dos mil, quedaron en España, recogidos por particulares, por diversas instituciones o simplemente vagando como mendigos.

Había acabado la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia.





domingo, 13 de diciembre de 2009

LA BIBLIOTECA DE ALEJANDRÍA

Seguro que a estas alturas, pocas son las personas que no han visto la última película de Alejandro Amenábar, Agora. Largometraje bastante recomendable, que nos sitúa en el Egipto del siglo IV, cuando el Imperio Romano ejercía poder sobre la zona, recreando uno de los lugares más magníficos de la antigüedad en lo que a saber y conocimiento se refiere: La biblioteca de Alejandría.


La ciudad de Alejandría fue fundada por Alejandro Magno allá por el año 331 a.C. Allí tuvo lugar un gran intercambio cultural que surgió debido al interés que existía por descubrir otras culturas. Ya que el Imperio Romano era tan importante en la época, Alejandría llegó a convertirse en un lugar de travesía obligatorio para gente de todas partes que, a su paso por la ciudad, no sólo se empapaban de las diferentes costumbres y saberes de la gente que allí habitaba, sino que también dejaban que gran parte de sus conocimientos se introdujesen dentro del día a día de todos los visitantes que allí confluían, (habitantes egipcios, marineros fenicios, soldados macedonios, mercaderes judíos, visitantes de la India y de África...).

Dentro de toda esa amalgama cultural se fundó la antigua Biblioteca, emplazada dentro de un edificio que se denominó Museion, que diseñó el general de Alejandro Magno, Ptolomeo I Soter, en el 306 a. C. El Museion estaba dedicado al estudio, a la enseñanza y a la investigación; constaba de aulas para lecciones, instrumentos astronómicos, salas de disección, jardines botánicos y zoológicos. La biblioteca estaba emplazada en el último patio del museion; tenía muchas y espaciosas salas para los amanuenses (los que copiaban a mano obras de otros) y artistas, a cuyo cargo estaba la preparación de los códices, la formación de los rollos, el dorado y todo lo concerniente a la encuadernación.



Los Ptolomeos, conscientes del destino histórico y glorioso que querían dar a la institución, dedicaron gran parte de su riqueza a la adquisición de libros de Grecia, África, Persia, La India y otras partes del mundo. Para ello pusieron en práctica una estrategia por la que cada barco que pasaba por Alejandría estaba obligado a dejar en ella los manuscritos que poseía, de los que luego hacían llegar copias a sus antiguos dueños o bien les pagaban su peso en oro. Como fruto de todo esto, la Biblioteca llegó a hacer acopio en sus estanterías de hasta 700.000 rollos.
A medida que pasaba el tiempo, la antigua biblioteca llegó a convertirse en centro cultural, e ineludible punto de reunión de sabios de todo el mundo que compartían sus conocimientos y discutían sobre todas las materias.
Lamentablemente, en el año 47 a.C. la mítica Biblioteca ardió por accidente como consecuencia de una acción militar de Julio César, en la que mandó incendiar más de 60 barcos anclados en el puerto. El incendio se propagó rápidamente a los muelles y de éstos, a la ciudad real y a los depósitos de la Biblioteca. Este suceso, unido a los diversos ataques que sufrió la institución a causa del fanatismo religioso de la Edad Media, tuvo como consecuencia la desaparición de la antigua Biblioteca.

La nueva Biblioteca alejandrina es el resultado de un proyecto que comenzó en 1990, en una histórica reunión en la que los países miembros de la UNESCO firmaron la Declaración de Asuán para el Renacimiento de la Antigua Biblioteca de Alejandría. Teniendo como promotores de su reconstrucción a los escritores y Premios Nobel Octavio Paz y Naguib Mahfuz.
Hoy en día, la actual Biblioteca de Alejandría es una de las edificaciones más notorias del moderno Egipto, y sigue los patrones de diseño de la perdida biblioteca antigua. Su acervo cuenta con un vasto archivo con ejemplares muy antiguos y de todas las disciplinas conocidas.

Aprovechando que el pasado verano anduve por tierras egipcias y tuve la suerte de poder visitar la ciudad de Alejandría y, por supuesto, la famosa biblioteca, quería hacer una mención a lo increíble que resulta el poder visitarla: desde el primer momento en que se accede a su interior, impresiona bastante el sentir el gran contraste que existe entre la inmensa modernidad de sus instalaciones, en comparación a la repercusión histórica que atañe al edificio y a la gran riqueza cultural que existe en su interior.


Una de las cosas que quizás llamó más mi atención, aparte de la gran cantidad de libros que podemos encontrar allí en todos los idiomas conocidos y de todas las materias habidas y por haber, fue una biblioteca dedicada a la figura de Taha Hussein, famoso escritor egipcio y figura de gran prestigio dentro de la literatura árabe, quien siendo un niño, perdió la visión.


En dicha sala, podemos encontrar las más modernas tecnologías orientadas para la gente invidente, desde audio libros, hasta máquinas de escribir en Braille y libros escritos en el mismo alfabeto. Me pareció bastante interesante el hecho de que una biblioteca dedique un espacio a la gente que no tiene acceso a los libros de una manera tan sencilla como el resto. Cosa que me hizo darme cuenta del gran interés que existe dentro de la institución en que todo el mundo, independientemente de su condición, pueda tener acceso al conocimiento, hecho que todas las bibliotecas deberían tener en cuenta.

En conclusión, cabe decir que recomiendo a todo el mundo que tenga la oportunidad de viajar a Alejandría, que no deje de visitar la biblioteca, ya que puedo asegurar que el lugar no dejará indiferente a nadie...

(Alfabeto Braille en árabe)

jueves, 3 de diciembre de 2009

Mucho más que un partido de fútbol. (La noche que Argelia se reconcilió consigo misma)

Autor: Javier Galván, Director del Instituto Cervantes de Orán (Argelia).




Desde 1962, cuando Argelia obtuvo su independencia de Francia no se había producido una manifestación de júbilo popular y de exaltación nacional como la que estalló a las 8.15 horas de la noche del miércoles 18 de noviembre, cuando terminó en Jartum el partido de desempate de clasificación para la Copa del Mundo entre Egipto y Argelia.

Cuatro días antes se había disputado en El Cairo el último partido de la liguilla de clasificación en el que Egipto se impuso a Argelia por dos a cero, alcanzando así en la cabeza del grupo al equipo magrebí. Los enfrentamientos deportivos entre Argelia y Egipto vienen marcados por una gran rivalidad. La víspera del encuentro el autobús que conducía al equipo argelino fue apedreado, y algunos seguidores resultaron heridos en peleas con hinchas locales. En Argelia se llegó a hablar de hasta once muertos argelinos, lo que no llegó a ser confirmado por ninguna fuente fiable.



La posibilidad de estar por tercera vez en un Mundial (Argelia jugó las fases finales de 1982 en España y 1986 en México) y la rivalidad con los egipcios, habían calentado los ánimos argelinos. La forma en la que se produjo la victoria egipcia –gol en el último minuto- y sobre todo las agresiones a jugadores y seguidores argelinos en El Cairo, habían hecho subir la temperatura emocional hasta límites prebélicos. Las sedes de las compañías egipcias en Argel, fueron atacadas, y los egipcios residentes en Argelia, como un grupo de trabajadores contratados por la empresa española OHL en Orán, abandonaron cautelarmente el país.

En los días que mediaron entre el 14 y el 18 las calles de las ciudades argelinas se poblaron como nunca de banderas nacionales, en no pocos casos de dimensiones
gigantescas. Multitud de parados que cotidianamente se sientan en las terrazas de los cafés -frecuentados sólo por hombres- o se apuestan contra muros y vallas viendo pasar la vida -y a las mujeres sin hidyab(1) - se afanaban febrilmente en pintar banderas argelinas sobre las fachadas de los edificios, y en confeccionar inmensos lienzos de tela, que con ingenio instalaban sobre las calzadas de las calles principales, como los toldos urbanos que cubren en verano las calles de Andalucía. Los cláxones de los coches, y los cánticos de sus ocupantes no cesaron de sonar, durante esos cuatro días, como si el partido decisivo estuviera a punto de empezar.




Es Argelia el país del mundo donde se utilizan con mayor profusión las camisetas de los equipos de fútbol como atuendo cotidiano; las del Barça y Real Madrid las más vistas con gran diferencia. En ninguna ciudad de Cataluña se pueden ver tantos distintivos barcelonistas como en Orán. Tras la victoria de España en la Eurocopa proliferaron también en las calles argelinas, el verano pasado las camisetas de “la Roja”. Apenas sin embargo se ven habitualmente camisetas de los clubes argelinos o de su selección nacional. El paisaje urbano cambió en los días previos al encuentro del día 14, y sobre todo después de éste. Las calles se inundaron de gentes ataviadas con la camiseta de “la Hadra” (la verde), la selección argelina. Era casi imposible ver a un solo ciudadano argelino, viejo, joven, mujer o niño que no llevara encima la bandera nacional, en gorras, pañuelos, chilabas o hidjabs… Las mujeres jóvenes, se pusieron también encima la camiseta argelina y pintaron sus mejillas de blanco y verde, los colores de Argelia; lo nunca visto en este país.



El día 18 toda Argelia estaba pendiente de Jartum, ciudad elegida por la FIFA como escenario del partido de desempate. Se suspendieron los vuelos nacionales argelinos, y se estableció un puente aéreo con la capital sudanesa, a donde llegaron 15.000 aficionados argelinos, en vuelos fletados por el gobierno. Se decía en las calles que muchos hinchas no iban sólo a apoyar al equipo, sino a vengar la afrenta de El Cairo. La medida de propiciar el traslado de los hinchas más radicales a Jartum, se veía también como preventiva ante una eventual derrota argelina, que se temía degenerara en disturbios callejeros importantes como los acaecidos en mayo de 2008, cuando el club oranés Mouloudia descendió por vez primera a la segunda división, provocando el caos en la segunda ciudad de Argelia, durante tres días.

Horas antes del partido decisivo las calles eran un hervidero en blanco y verde. Los propios argelinos se sorprendían de lo que estaban viviendo; el ambiente era tenso y prefestivo, cargado de premoniciones contradictorias: gran fiesta o grandes disturbios. Impredecible. Las compañías extranjeras conminaban, más que advertir, a sus trabajadores expatriados a permanecer en sus casas desde horas antes de comenzar el partido hasta el día siguiente, cualquiera que fuera el resultado del mismo.

Por vez primera las mujeres formaban parte activa de lo que parecía una celebración anticipada. Las chicas sacaban sus cuerpos por las ventanillas de los coches ondeando banderas argelinas, o bien se montaban sobre capós y techos, en algunos casos posando seductoras como modelos, con las melenas al viento. Las ataviadas con el clásico hidjab, aun con el pelo oculto, tampoco se quedaban atrás. Salieron a la calle camiones atestados de hinchas, bailando al son del rai(2) . Jóvenes, viejos, mujeres, niños, árabes, kabiles, todo el mundo en la calle en clima de carnaval. Una explosión de libertad, en un país en el que no se llegó a levantar el toque de queda, y en el que la celebración de toda manifestación pública debe ser previamente aprobada por el gobierno de Argel.



La presencia de las fuerzas de seguridad en la calle era mínima, incluso daba la impresión que menor de lo habitual. También se veían mucho menos barbudos y mujeres con burka. El pueblo se había apropiado del espacio urbano, quizás por primera vez desde la Independencia, en 1962. Diríase que la sociedad argelina había atrapado el tiempo perdido en las tres últimas décadas y había entrado de pronto, como sin proponérselo, en la posmodernidad.



Durante el partido decisivo las calles se vaciaron por completo, como en los días de Ramadán, cuando tras el último rayo de sol se rompe el ayuno, las calles se vuelven canales vacíos, y la vida se comprime en los ilots(3) , con tal densidad que las fachadas de piedra parecen membranas a punto de estallar. Silencios expectantes pautados por rugidos corales como cantos de muecines llamando a la oración: ¡viva l`Algèrie! Gol de Argelia y locura colectiva que hace vibrar los edificios, al unísono, como diapasones en resonancia.



Tras el pitido final, la explosión de júbilo fue incontenible, desbordándose las gentes como lava por los canales de la ciudad. En un par de minutos toda Argelia estaba en la calle festejando la victoria. También la Argelia de la diáspora, en los Campos Elíseos, y en las calles principales de las grandes ciudades francesas donde las comunidades de origen argelino son muy numerosas. Estas manifestaciones de júbilo se han venido produciendo en los últimos meses cada vez que el equipo de Argelia ganaba un partido de clasificación: contra Zambia, Rwanda … Cada celebración parecía excesiva, desproporcionada para lo conseguido, que eran sólo tres puntos, y todavía no la ansiada clasificación. Sin embargo la intensidad de esas celebraciones se quedó en nada comparada con la alcanzada tras la ya histórica victoria de Jartum.



El pueblo argelino ha tenido pocas oportunidades de expresar sus emociones. Los franceses ocuparon su territorio desde 1831 hasta 1962. El primer presidente argelino, Ben Bela fue derrocado por un golpe de estado pocos años después de la independencia, que alumbró la hégira de Boumediane quien impuso un régimen socialista como los del este de Europa. El sueño argelino se fue diluyendo tras su prematura y extraña muerte, la desintegración de la URSS, y la evaporación de la utopía comunista. El ensayo de alcanzar una plena democracia se vio truncado por el ascenso del fundamentalismo islámico - que vio terreno abonado en el descontento social de la población, de tradición musulmana, pero alejada de la radicalidad- desembocando en los 90 en la llamada “década negra”, y sumiendo a Argelia en las tinieblas.

Poder colonial, poder estatal, poder religioso. El pueblo argelino ha estado siempre tutelado. Un pueblo que no ha parado de sufrir, un pueblo en búsqueda de su identidad, una identidad que no puede encerrarse, como muchos quieren, entre los parámetros exclusivos de lo árabe-musulmán. Un pueblo que ha emigrado, a Francia sobre todo, pero también a otros países de Europa, y al Canadá francófono. El sueño de una buena parte de los argelinos es emigrar. Las largas colas cotidianas ante los consulados de España y Francia lo prueban. Las pateras que llegan a las costas de Almería también.

Las grandes riquezas naturales, petróleo y gas natural sobre todo, no producen mejoras sociales, y han provocado el abandono de la agricultura, y el que no se haya llegado a una verdadera industrialización. En Argelia casi todo se importa. Su gran potencial turístico, (el desierto, los fantásticos yacimientos arqueológicos de ciudades romana como Tipasa y Timgad, imposibles de encontrar en Europa, el norte mediterráneo, las ciudades de arquitectura tan hermosa como desconocida- Argel, Orán, Ghardaia, Constantine…) permanece virgen, pues el país no acaba de abrirse al exterior. Se dice que el petróleo, tras el colonialismo y el fundamentalismo es la nueva desgracia para el pueblo argelino. Se dice que Argelia es un país rico, muy rico, con un pueblo pobre. Un país en el que no ha llegado a formarse una clase media, cuya existencia propicie su estabilidad social, política y económica.


Yacimiento de Tipasa


Arco romano de Trajano (yacimiento de Timgad)


Casbah de Argel

Abdelaziz Bouteflika, el joven brillante ministro de Exteriores de Boumediane, portavoz en una memorable sesión de Naciones Unidas de los derechos a la independencia de los pueblos africanos aún en aquel entonces bajo el yugo colonial, ha sido el único presidente argelino tras Boumediane que ha sabido estabilizar el país y poner freno al desarrollo del fundamentalismo islámico. Cumplidos los dos mandatos presidenciales que permitía la constitución, propició el cambio de ésta para acceder, sin problemas en las urnas, a un tercer mandato. A pesar de las críticas de los intelectuales en los medios de comunicación, ante lo que han considerado como paso atrás en la evolución del régimen hacia la democracia, su victoria en las urnas fue incontestable, pues para una gran parte del pueblo argelino la figura de Bouteflika, aun muy mermada su salud, es irreemplazable; el único político que puede garantizar que Argelia no caiga de nuevo en el caos. La figura del presidente argelino ha salido muy favorecida con la victoria de Jartum. En las calles se vendía su retrato; los jugadores de la hadra consiguieron así lo que no habían conseguido los organizadores de la campaña electoral, meses atrás. Árabes y kabiles, hombres y mujeres, todos unidos bajo los símbolos del estado argelino.

El gobierno argelino ha sabido manejar la tensión creada tras los dos encuentros. El egipcio sin embargo ha llamado a consultas a su embajador en Argel, y no ha sabido felicitar al ganador, y desearle suerte como único representante del mundo árabe en Sudáfrica. Por el contrario en los medios de comunicación egipcios han proliferado las descalificaciones a los argelinos, y las acusaciones de violencia a los seguidores argelinos en Jartum, denunciando atentados mortales contra ciudadanos egipcios, lo que el gobierno sudanés ha desmentido.

El argelino es muy crítico con su propio país. En la prensa son frecuentes los artículos que critican abiertamente al poder, de una manera que sería impensable en los otros países magrebíes. No es el argelino un pueblo chauvinista ni mucho menos. “Masskina -Aljazair” (pobre Argelia) es una canción y también un lugar común en el imaginario argelino. De ahí se ha pasado en un abrir y cerrar de ojos a ver en las vallas publicitarias, y en las páginas centrales de los periódicos lemas como “Algerie mon amour” y “Los argelinos y las argelinas de corazón con su selección”, algo impensable poco tiempo atrás.

Los aficionados al fútbol argelinos, son fervientes seguidores de los equipos españoles, y se identifican más con ellos que con los de su propia ciudad. Es asombroso el despliegue de profusión de banderas españolas, en cualquier manifestación pública, deportiva o no. Si en España los hinchas de los clubs deportivos portan banderas y símbolos de sus comunidades autónomas, además de las de su club, en el oeste de Argelia lo que mola es llevar una bandera española.

Hasta Jartum diríase que los argelinos no tenían confianza suficiente en sus símbolos, ni en su pertenencia a una identidad en definición constante, y tenían que apoyarse en otros símbolos, el escudo del Barça, la bandera española, la camiseta de Zidane del Real Madrid para sentirse orgullosos de su pertenencia a un colectivo. Incluso el grito de guerra para animar a sus jugadores, el santo y seña de estos días de celebraciones: “one, two, three viva l’Algerie” lo componen palabras de tres lenguas no autóctonas. Todo eso, como quizás muchas otras cosas, parece que pueden haber empezado a cambiar tras la victoria de Jartum.



Como expresaba Kharroubi Habib en el diario Le Quotidien d’Oran: “nuestro equipo nacional de fútbol ha propiciado la verdadera reconciliación de los argelinos con sí mismos, lo que la política no ha llegado a poder realizar en el plazo de diez años. La única cuestión que se plantea ahora es la de saber cómo y de qué manera el poder político va a canalizar y explotar esta dinámica. Todo es posible, lo mejor y lo peor con esta unión patriótica de la que nuestros fennecs(4) han sido los catalizadores”.

NOTAS:
(1): Pañuelo que cubre la cabeza de la mujer en el mundo islámico, en su formato más habitual.
(2): Máxima expresión de la música popular oranesa, cuyo rey indiscutible es Khaled.
(3): Manzana o unidad urbanística de las ciudades argelinas cuyo trazado sigue el modelo haussmaniano de París.
(4): Zorros del desierto. Así es como se conoce a los integrantes del equipo nacional de fútbol argelino.

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