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jueves, 17 de diciembre de 2009

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS (II)




A lo largo de tres meses se fue llevando a cabo la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia a través de los puertos del Mediterráneo hacia Orán. Aunque la acogida de los primeros moriscos que allí llegaron -los de la huerta de Gandía y los del valle medio del Vinalopó- fue sin incidentes y éstos pudieron pasar con autorización sin demasiado contratiempo a territorio argelino, a Tremecén y Mostaganem, pronto la situación iba a cambiar. La continua llegada de barcos, oficiales y particulares, a la ciudad-presidio de Orán, único puerto español en la zona, pronto iba a desbordar los angostos límites de la ciudad. Unas semanas después de las primeras llegadas, los moriscos eran arrojados a playas cercanas a la ciudad y dejados a merced de los grupos de beduinos seminómadas, que tenían en la rapiña uno de sus medios habituales de subsistencia. Estos grupos de moriscos iban a ser atacados, expoliados y en algunos casos asesinados por estos "alárabes", en expresión de la época.

Las noticias llegarían pronto a las costas valencianas, que mientras tanto seguían despidiendo más y más barcos cargados de moriscos, y produjeron que dos grandes contingentes de moriscos valencianos, ya de por sí angustiados por su destino, se rebelaran en contra de sus desplazamientos a la costa y se retiraran a las alturas de las montañas valencianas de la Muela de Cortes y del Valle alicantino de Laguar.

En estos sitios se firmaron los últimos y desesperados intentos de resistencia física de los moriscos contra los cristians viejos. Los ejércitos reales, a quienes se unieron las milicias locales, aunque tuvieron algunos enfrentamientos directos con los sublevados, pronto optaron por aislar a los moriscos en las cimas en las que se encontraban agrupados, cortando sus suministros de comida y de agua. Aunque los rebelados de Cortes se rindieron al cabo de un tiempo, los sublevados de Laguar, entre los que se contaban la mayoría de los moriscos de los valles de la Marina alta de Alicante.

Las fuentes contemporáneas hacen recuento de los moriscos que se sublevaron primeramente en el pueblo de Jalón, y su peregrinar hacia lo más alto de la montaña, el Cavall Verd:

Eran los que ya andavan con las armas los moriscos de Alahuar, Alcalá, Ebo, Parcente, Alcahalí, Tarbena, Castell de Castells, arraual de Murla, Orba, Sagra, y Tormos: y comunicándose con los del marquesado de Guadaleste, y valle de Çeta, hizieron un cuerpo para levantarse. A estos sigieron los de Relleu, Sella y valle de Planes, quemando los más destos pueblos las iglesias y cosas sagradas el día de su levantamiento. A veynte y siete de octubre se acavaron de levantar los del valle de Guadaleste y Baronia de Confrides, y juntándose con los de Relleu y Sella se vinieron con cuatro banderas tendidas al lugar de Fageca, donde aguardavan los de las valles de Çeta y Travadel, para subirse a Alahuar, con toda la ropa de sus casas y los bastimentos que podían llevar, saqueando lo primero las casas de los señores y de los curas.

La ruta parece ir desde el interior a los valles más orientales, para buscar el lugar más fácil de defender, el Cavall Verd. El primer núcleo, junto con Fageca, será Castell de Castells, donde asolarán la iglesia, y desde allí, tras una breve y dudosa estancia en Aialt, pasarán al Valle de Laguar. El gran número de moriscos rebelados, unos 15.000 aproximadamente, hará que no puedan alojarse todos en los pueblos de Laguar (Fleix, Benimaurell y Campell), y la gran mayoría lo hará en Gorga, en tiendas de campaña y las cuevas esparcidas por el monte. Allí comenzarán, al decir de los cronistas cristianos, los padecimientos de los moriscos: en sus miserables chozas y en hacer justicia “a fuero de Argel, verbalmente, y con palos en las barrigas y caderas”, como si fuera una nueva Babilonia, enardecidos por sus alfaquíes “Pallop” y “Barom".

D. Agustín Mexía, el encargado de las tropas de tierra para todo el hecho de la expulsión, tomó las medidas necesarias para sofocar la rebelión. Juntando milicias locales y los tercios de Nápoles y Sicilia, ordenó que se congregaran en los mismos pueblos de los que habían salido los moriscos y emprendieron idéntico camino que aquellos, formando en el Pla de Petracos, remontando el barranco de Malafí y encontrándose con los rebelados en la entrada de Garga y en el castillo de Atzavaras. Los duros enfrentamientos, de espantosas descripciones contemporáneas, hacen que los moriscos pierdan un gran número de efectivos, entre ellos su líder, Ahmad Mellini y éstos se retirarán hacia el punto fortificado más alto, el castillo de Pop. Allí guarecidos, y tras nombrar sucesivamente a tres cabecillas, Miguel Pyteu de Laguar, Blanco de Salón y un hermano de Mellini, intentarán resistir esperanzados, dice el cronista Guadalajara, en el auxilio del fabuloso Moro Alfatimí y su caballo verde. Los cristianos preferirán en esta ocasión evitar el cuerpo a cuerpo y derrotar a los moriscos con un lento cerco, cortándoles el agua que les llegaba de Murla y Benichembla. Aguantaron hasta el veintinueve de noviembre, fecha en la que capitularon y descendieron de la montaña 13.000 personas en un estado lamentable:

Rabiando de sed se arrojaban al agua, bebiendo algunos tanto que rebentaron (Marcos de Guadalajara)



Todas las fuentes coinciden en afirmar que la rendición, camino y embarque de los moriscos sublevados fue uno de los más patéticos que tuvieron lugar en aquellas fechas. Así habla Gaspar Escolano:

En la sierra de Pop se hallaron gran cantidad de cuerpos muertos: los demás llegaron a tan increíble miseria que no sólo los padres por hambre daban sus hijos a los cristianos que conocían, más aún, los vendían a los soldados extranjeros por una cuaderna de pan y por un puñado de higos. Por los caminos los llevaban medio arrastrando a la embarcación y les quitaban los hijos y las mujeres, y aún la ropa que traían vestida: y llegaban tan desvalijados, que unos medio desnudos y otros desnudos del todo se arrojaban al mar por llegar a embarcarse; y se entiende que la mayor parte dellos murieron en el pasaje, y antes de la embarcación.

Incluso Gaspar de Aguilar, generalmente beatífico en su poética descripción de la expulsión de los moriscos de España, deja traslucir algunas de las noticias del espanto que tuvo que ser la bajada de los moriscos rendidos en el Valle de Laguar:


Todos bajan alegres y contentos

a gozar de aquel bien que les conceden;

pero algunos flacos, macilentos,

que apenas por el monte bajar pueden.

Dos disformes contrarios elementos

causan que muertos, aunque vivos queden,

porque bajan helados y abrasados,

abrasados de sed, de frío helados.



Algunos que se cansan y se enojan

del confuso alboroto de la gente,

no esperan a bajar y así se arrojan

como ciervos heridos a la fuente.

Y los que más se afigen y congojan

con la gran furia de la sed ardiente,

dan a la muerte la triunfante palma,

pues antes de beber rinden el alma.



La Española piedad maravillosa

que jamás quiere que el contrario muera

a manos de el hambre rigurosa,

sino a los filos de su espada fiera;

Hasta darles comida no reposa,

y así puestos algunos en hilera

ofrecen a los Moros enemigos

pan, pasas, almendras, nueces, higos.

La relación oficial de embarcados estima en unos 1.500 los moriscos rendidos que murieron antes de poder embarcarse. Del 4 al 17 de diciembre, los moriscos del Vall de Laguar fueron embarcando hacia Argelia en los puertos de Denia (4.000) y Jávea (7.537): en total unas 11.500 personas que tras su rebelión salieron envueltas en la miseria de su tierra.

Con el embarque de los insurrectos de Laguar prácticamente se dio por concluido el proceso de los embarques de los moriscos valencianos, aunque aún, entre los meses de enero y abril, tendrian lugar más embarques de moriscos rezagados y de moriscos que se habían escondido en las montañas, fenómeno minoritario que, con todo, habría de prolongarse hasta 1612.

En total, aproximadamente algo más de 117.000 personas procedentes del Reino de Valencia fueron embarcadas hacia un destino incierto, la mayor parte en el Norte de África y unos pocos hacia Italia. De todos ellos, la inmensa mayoría, unos 116.000 habían sido expulsados en un poco más de tres meses por los puertos levantinos. Más de cinco mil moriscos murieron en este mismo lapso de tiempo. Varios centenares, quizá un millar, habrían logrado huir hacia el interior. Y también muchos niños, con seguridad más de dos mil, quedaron en España, recogidos por particulares, por diversas instituciones o simplemente vagando como mendigos.

Había acabado la expulsión de los moriscos del Reino de Valencia.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante, y que sabeis del castillo del Pop, existio?
"El hecho de que no existe en la actualidad vestigios de construccion que se podrian esperar ha llevado a algunos que se han interesado por el castillo del Pop a pensar que no habia existido"
"el castillo y el valle del pop durante la edad media". Pierre Guichard. Universidadde Lyon.
Muy interesante lo econtre navegando por internet.
Angeles.

Luis F. Bernabe dijo...

Hola Ángeles, gracias por leer la entrada y tu comentario. En efecto, en las alturas del Cavall Verd no parece haber restos no ya de las paredes de un castillo, sino, como también dice Guichard, de todo aquello que lleva un castillo como cisterna, etc. Es posible que hubiera algunas edificaciones menores (caserío, etc.) en las que se refugiaran los moriscos, puesto que se ha encontrado mucha cerámica y que más tarde este heco se mezclase con la exitencia anterior de un castillo de Pop, que seguramente estaría en Murla. Gracias otra vez.

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