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martes, 18 de septiembre de 2012

Vino dulce de Amira Hassan. Cuarta parte.



Me desperté con un terrible dolor de cabeza y en ropa de andar por casa. Seguí recordando y me pregunté si no había sido más que una pesadilla, pero mi madre zanjó el asunto rápidamente cuando entró de sopetón en mi cuarto con una bandeja repleta de comida. Se dedicó a empapuzarme hasta producirme una indigestión. Me volví a dormir. “¿Cuántos días llevaba durmiendo? Ni idea. Me levanté y me fui al aseo. Mi madre me embutió más comida en la boca. Me fui otra vez al cuarto de baño y me metí un dedo en la boca para provocarme el vómito y disfrutar de un sueño tranquilo. – “Radi, ¿podría meterme un dedo en la boca y expulsarte de mis entrañas para siempre? ¿Por qué no eres beneficioso como la comida? 

He dormido en mi cama meditando profundamente: ¿Es la comida un ente, un ser? Y, si es un ser, ¿por qué no se mueve? ¿Acaso se trata de un ser inanimado, sin vida? ¿El vino es dulce o te quema? ¿Cuándo se ha casado Radi? Me he convencido a mi misma de que se casó antes de conocerme y eso me alivia. ¿Cuándo me enamoré locamente de Radi? ¿Estudiamos juntos en la Universidad? ¿Era mi vecino, o, estuve con él desde la guardería? Después recordé que yo no había ido a la guardería, así que descarté esta posibilidad. A lo mejor mi alma quería a Radi cuando pertenecía a otro cuerpo, antes de pasar al mío, o puede que mi alma fuera de una persona enamorada de otra persona que tenía el alma de Radi. ¿Cómo puedes ser, Radi, eterno y perpetuo hasta ese punto?

Cuando recuperé un poco las fuerzas lo primero que se me ocurrió fue que tenía que volver al trabajo. Le había echado mucho de menos, pues, incluso estando dormida, en mis sueños vagos, solo su imagen había introducido sucesos divertidos de vez en cuando. 

Cuando me miré en el espejo casi me da un síncope. ¿Cómo había perdido peso de ese modo? Tenía unas ojeras enormes y unas greñas de impresión. No podía ocultar el aspecto de mi cara ni con maquillaje, pero hice que mi pelo estuviera aceptable para enfrentarme a la gente. Me vestí y me fui a trabajar. Radi me recibió apesadumbrado. Le miré la mano pero no le vi ningún anillo de casado, aunque eso no era una prueba definitiva. Me preguntó con tristeza por mi salud y por cómo me encontraba, después se fue dándome la mano y se sentó lejos, observándome. Todas sus miradas decían que estaba loco por mí. Entonces, ¿por qué no me lo decía? ¿Por que no me lo dices, Radi? ¿Me amas? ¿Estás sentado ahora observándome con una expresión de ternura que no he visto en toda mi vida? ¿Estoy desvariando?


Me acerqué a él sintiendo que mi sangre, mezclada un día con vino tinto, me daba más valor. Me senté frente a él. Me miró con inquietud  y aumentó su turbación el hecho de que siguiera mirándole sin decir una palabra. No podía hablar, mi mirada vagaba por las rayas blancas de su camisa. Después observé que eran cuadros y no rayas y al seguir mirándola tan fijamente se convirtieron en un laberinto, como aquel del conejo que tenía que llegar hasta la zanahoria al que jugaba cuando era pequeña. Me acordé de mí de pequeña y sonreí con amargura. En ese momento comencé a pensar que Radi empezaba a sospechar que yo había perdido la razón. ¿Es que tenía mirada de loca? Me volví buscando mi cartera para sacar el espejito y asegurarme de que no tenía mirada de loca pero no lo encontré y me puse muy tensa. Radi puso su mano sobre la mía y me pidió que me tranquilizara un poco. Después me preguntó si buscaba algo y moví la cabeza negándolo. Me preguntó de nuevo que para qué había ido hasta su mesa, que qué quería  Guardé silencio un instante antes de preguntarle: “¿El vino es dulce?”.  [Continuará]

viernes, 7 de septiembre de 2012

Vino dulce de Amira Hassan. Tercera parte



Es un milagro que nadie observara en casa que me encontraba en una situación fuera de lo normal. Simulé que estaba enferma y me encerré en mi habitación. Mi cerebro bullía a toda velocidad. Querría ver a Radi ahora. Me había prohibido a mí misma, decenas de veces, pedirle el número de teléfono. Me obligué a meterme en la cama, apagué la luz y empecé a balancearme de derecha a izquierda, como si fuera un bebé que alguien acuna hasta que se queda dormido.
Estábamos sentados Radi y yo sobre el mar, pero era de color rojo. Me dijo que era vino tinto, y cogió una copa que tenía al lado. La llenó de agua de mar y me la ofreció. Su sabor era embriagador*. Entonces, el vino sabe dulce, Radi nunca me había engañado. La mezquina de mi amiga era posible que me engañara, pero Radi, no. Le pregunté: ¿el vino está dulce? Y me dijo: sí. Le volví a preguntar: ¿Tú me habías dicho antes que tenía un sabor dulce, azucarado? Se calló. Seguí observando los rasgos de su cara morena, y seguí conversando con él pero sin hablar. ¡Cuánto me gusta tu cara, Radi! Me miró con unos ojos que eran lo único que quería oír de él, después me besó. El sabor de sus labios era amargo, parecido al de la primera calada de un porro aunque sin ser desagradable sino todo lo contrario. Fue un beso breve pero gratificante. Apoyé la cabeza en su pecho y me quedé dormida, entonces me desperté.
            
Conviví con el sueño, aunque solo fuese un sueño, y para el dolor de cabeza me tomé un somnífero que me quitara el dolor de cabeza y, al mismo tiempo, hiciera pasar deprisa el tiempo que me quedaba hasta poder ver a Radi. Me fui a trabajar feliz a pesar del dolor de huesos que tenía por haber dormido tanto. Me puse a buscarlo y sentí que mi corazón se paraba cuando se me ocurrió que tampoco había venido hoy, hasta que lo vi que venía hacia mí. Se acercó una silla y se sentó a mi lado. Apoyó el brazo en la mesa y acercó su cara a la mía, como si buscara algo concreto. Le pregunté que qué hacía y me sorprendió con un beso que me hizo retroceder, caerme de espaldas y perder el conocimiento. Entonces me desperté.
Esta vez me desperté de verdad. Para asegurarme me di un cabezazo contra la pared, me pinché con un alfiler y me golpeé la cara. Entonces me vestí y me fui a trabajar y vi a Radi. Llevaba la camisa color crema de rayas blancas que me gustaba y estaba muy guapo. Le acompañaba una chica algo más joven que yo de la que decían que era su mujer. - “¿Cuándo te has casado, Radi?”

Tenía que quedarme sola para organizar mis ideas así que sutilmente salí al aseo. En el espejo me vi muy pálida, "¿Cómo no me había dado cuenta por la mañana de lo demacrada que estaba? ¿Cuándo se ha casado Radi?”¿Es que estaba casado y no lo dijo? ¿Entonces, por qué todos los de la oficina la tratan con tanta naturalidad? ¿Está Radi casado desde que le conozco? En ese caso tendría excusa, pero, ¿Y si se había casado con ella después de conocerme a mi? ¡Cómo se había atrevido!”

 Intenté exprimirme el cerebro para ver si recordaba haber conocido a Radi ya casado y me dio un fuerte mareo. Después todo a mi alrededor empezó a dar vueltas y me acordé de que llevaba dos días sin comer. Me alegré de, al menos, recordar algo. Me senté en el suelo antes de caerme y me dejé llevar. Cerré los ojos y oí el ruido de una puerta que se abría, y la voz de una chica que pronunciaba mi nombre, varias chicas que pronunciaban mi nombre en voz muy alta.  "Ya os oigo, idiotas, pero no puedo responder o no quiero responder. Por favor, dejadme así. ¿Cuándo te dejarán los que te rodean hacer lo que lo que te de la gana?” Me levantaron como un saco y me metieron en el coche de uno de ellos para llevarme a casa. Oía la voz de mi madre gritando, la voz de mi hermano sorprendido, la voz de mi madre balbuciendo a mi lado mientras me llamaba, la voz de Radi que me decía: “te quiero”, la voz de Radi que me decía: “te quiero”, la voz de Radi, la voz de Raaaaaaadi. [Continuará]


            

           * La autora juega continuamente con el doble sentido del término "musakkar" que significa dulce pero también transmite la idea de embriagador, que emborracha. De la misma raíz "skr" proviene la palabra "sukkar" (azucar) y sus derivados y la palabra "sakar" (bebida alcohólica) y sus derivados.


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