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domingo, 27 de enero de 2008

Islas curiosas



Isla de las mujeres (Yazirat an-Nisa´)

“Se encuentra en el Mar de China.
Esta isla está habitada por mujeres, y no hay hombres entre ellas en ningún momento, pues se fecundan con el viento y engendran hembras que son como ellas. También se dice que se fecundan del fruto de un árbol de la isla, [pues cuando] se lo comen, se quedan embarazadas y dan a luz niñas.
Contaba cierto comerciante que el viento le condujo a esta isla: “Vi mujeres, y no había hombres con ellas. También vi oro que era arena y como cañas de bambú. Tenían intención de matarme, pero una de ellas me protegió, me puso sobre una tabla y me arrojó al mar. El viento me condujo hasta China, donde le conté al emperador la situación de la isla y el oro que en ella había. Entonces envió a algunos de sus hombres para que la conocieran y volvieran con noticias sobre ella. Navegaron durante tres años, pero no la encontraron y, finalmente, regresaron.” (p. 119)

Yask

"Es una isla que está habitada, cercana a la isla de Kis.
La gente que habita la isla es valerosa y experta en batallas navales y en la reparación de las embarcaciones. En la lucha no tienen igual, hasta el punto de que nadan en el agua durante varios días para acabar luchando con la espada valerosamente como si se encontraran en tierra firme.
Los Kisíes cuentan que cierto rey de la India regaló unas esclavas a otro rey. Y cuando el barco llegó a Yask las esclavas salieron a descansar del viaje. Entonces los yinn las secuestraron y las cubrieron. [Pasado un tiempo], dieron a luz a los habitantes de esta isla, y por eso realizan hazañas imposibles para otros seres humanos. (p. 141) "

Isla de al-Ramni

Se encuentra en el Mar de China.
Dijo Muhammad b. Zakariya´ al-Razi: “En esta isla viven gentes que van en cueros cuyas palabras son incomprensibles, pues son como pitidos. La altura de uno de ellos es de cuatro palmos, sus cabellos son una pelusa roja y trepan a los árboles".

El geografo Al-Qazwînî nació en Persia en el año 600/1203. Viajó pronto a Bagdad y, posteriormente a Damasco, donde amplió sus estudios. Tras la toma de Bagdad por los mongoles en 656/1258 se retiró de la vida pública para dedicarse por completo a la actividad científica. Nos han llegado dos obras suyas: Las maravillas de la creación: curiosidades sobre las criaturas y Vestigios de los países de los hombres o Libro de las maravillas de los países. Esta última es la obra geográfica de la cual extrae la traductora y estudiosa de la obra los fragmentos referidos a islas. [Mª Mercedes Delgado Pérez, Lo real y lo maravilloso en la ecúmeno del siglo XIII. Las islas de el Âzâr al bilâd de al-Qazwînî, Alfar, Sevilla, 2003 ]

jueves, 24 de enero de 2008

El edificio Yacobián

El edificio Yacobián, una novela del autor egipcio Alaa al-Aswany.


Alaa al-Aswany, علاء الاسواني, nacido en El Cairo el año 1957, se licenció en odontología en Egipto y continúo sus estudios en EE. UU. Es miembro fundador del movimiento político egipcio “Basta ya” o, como se llama en árabe, Kefaya, كفاية . Es un escritor que ha contribuido con sus artículos en periódicos egipcios dedicados a la política y las cuestiones sociales a promover manifestaciones de protesta contra el régimen de aquel país. En el año 2002 aparece su primera novela “El edificio Yacobián”
عمارة يعقوبيانes una irónica representación de la moderna sociedad egipcia. Su primera edición se agotó en menos de un mes, y fue reeditada en ocho ocasiones. Se ha traducido al Ingles, al castellano, al catalán y otras lenguas, así mismo, fue adaptada al cine en el año 2006 y se ha realizado una serie televisiva en el 2007 bajo el mismo nombre.


El lugar que da título a la novela de Alaa al-Aswani es un edificio que sigue existiendo en la actualidad y está situado en la calle de Talat Harb, una de las calles más conocidas del centro de El Cairo. Fue construido al estilo europeo el año 1934 por un millonario egipcio de origen armenio llamado جاكوب يعقوبيان Gakub Yacobian. Al-Aswani describe en su novela las vidas de los habitantes de aquel edificio que son un reflejo de los tumultuosos acontecimientos por los que pasa Egipto en la segunda mitad del siglo XX. Con una prosa elegante, la novela toca distintas fibras sensibles en su repaso a la corrupción y al fanatismo religioso, dos de los aspectos más terribles de la vida egipcia contemporánea.
Dicho edificio, que fue habitado inicialmente por extranjeros y aristócratas egipcios, más tarde y después de 1952 fue tomado por oficiales del ejército y comerciantes, cuando en su azotea vivían ciudadanos con muy pocos recursos.
La ausencia de justicia social se pone de manifiesto en el relato de Taha, el hijo inteligente y ambicioso del portero de la finca que aspira a convertirse en policía. El hecho de que no le admitan en la academia por su baja categoría social le lleva a encontrar consuelo en un grupo de apoyo de carácter religioso en el que todos sus miembros son "iguales" ante Dios. Sin embargo, la que parece una asociación apolítica no tarda en convertirse en una organización islámica militante. Taha es detenido y torturado brutalmente, y, como suprema humillación, es violado por un agente de seguridad. En un pasaje que reproduce la decisiva transformación de Taha en una abominable máquina de matar, Al Aswani escribe: "Se le oyó decir: ‘Si me hubieran detenido en Israel, los israelíes no me hubieran hecho lo que me hicieron mis compatriotas egipcios. He jurado a Dios que les encontraré y me vengaré de ellos, uno a uno"....
Al-Aswany registró en esa obra el pasado y el presente de la sociedad egipcia, donde personas sin cultura y sin formación ocuparon y ocupan lugares muy destacados en la administración, así como personas que pertenecían a la aristocracia egipcia no les queda más que refugiarse en el pasado. Al-Aswany describe de un modo muy realista la corrupción generalizada por las administraciones egipcias y no se olvida de la degradación social y la relajación de la moral de la sociedad egipcia, representada en el comerciante que, a cambio de unas libras, puede tener relaciones sexuales con sus empleadas, así como de la homosexualidad, que está muy mal vista por la mayoría de la población, prohibida por la religión mayoritaria de los egipcios “el Islam” y castigada por la ley, pero que existe entre todas las clases sociales.
No hay duda de que al-Aswany como dentista ha encontrado la caries de la sociedad egipcia y ha sabido tratarla de una forma literaria magistral.


علاء الاسواني- عمارة يعقوبيان - مكتبة مدبولي - القاهرة 2002


Alaa al Aswany, El Edificio Yacobián, trad. De A. Abella, Maeva, 2007

martes, 15 de enero de 2008

Conquista árabe, pensamiento griego

“Menos de treinta años después de la muerte del profeta Muhammad en 10/632, los ejércitos árabes conquistaron los países asiáticos del suroeste y los del norte de África que un milenio antes habían caído en manos de Alejandro Magno. Pusieron fin al Imperio persa sasánida (224-651), sucesor de los Medas y de los Partos que habían reconquistado los territorios del imperio de Alejandro situados al este del Éufrates, y redujeron a nada de forma inexorable las conquistas de Alejandro en el Creciente fértil y en Egipto, regiones que habían sido gobernadas tras él sucesivamente por sus epígonos, por los romanos y por los bizantinos. Aunque hacia 732 el nuevo imperio fundado y organizado a partir de la religión revelada a Muhammad, el islam, se extendería todavía más lejos –del Asia central y el subcontinente indio a Hispania y a los Pirineos-, el corazón de la nueva civilización a la que había dado nacimiento se desplegaba en los centros de antiguas civilizaciones, de Persia a Egipto, pasando por Mesopotamia y la zona Siro-Palestina.

No se insistirá lo suficiente acerca de la significación histórica de las conquistas árabes. Egipto y el Creciente fértil fueron reunificados con Persia y la India en los planos político, administrativo y económico por vez primera después de Alejandro Magno y durante un periodo considerablemente más largo que el breve reinado de éste. La gran brecha económica y cultural que había dividido al mundo civilizado a lo largo de un milenio antes del nacimiento del islam, la frontera entre Oriente y Occidente formada por los dos grandes ríos que había engendrado a los dos poderes antagonistas en cada orilla, terminaron de existir. Eso hizo posible el libre flujo de las materias primas y de los objetos manufacturados, de los productos agrícolas y de las mercancías de lujo, de los hombres y de los servicios, de las técnicas y los savoir-faire, de las ideas, los métodos y las modas de pensamiento. El impacto saludable de este acontecimiento fue acentuado por el hecho de que fue inmediatamente posterior a las desastrosas guerras perso-bizantinas de los años 570-630, que habían asolado la región, habían devastado a la población local y habían interrumpido el comercio. Las guerras, como todos los conflictos sucesivos entre griegos, romanos y bizantinos por un lado, y los persas por el otro, habían sido provocadas por las barreras económicas levantadas por la división política del Próximo Oriente entre Oriente y Occidente. Más concretamente, el libre acceso a las rutas comerciales parece haber estado en el núcleo del conflicto. Antes del estallido de nuevas hostilidades después de la muerte de Justiniano en 565, su sucesor Justino II (565-578), consciente del efecto de la guerra sobre el comercio, entró en negociaciones con los turcos oguz de Asia central con el propósito de permitir a los bizantinos la obtención de un acceso a la ruta septentrional de la seda, al norte del mar Caspio.

Un aspecto particular de la prosperidad económica introducida por la reunión de Oriente y Occidente merece una atención especial. Si bien, como era de esperar, el comercio se aprovechó particularmente de las nuevas condiciones instauradas por la Pax islamica, fue la agricultura la que conoció una auténtica revolución. El alzamiento de las barreras entre la India y el Mediterráneo oriental fue acompañado por la importación sistemática en el Suroeste de Asia y en el Mediterráneo de numerosas especies de plantas, legumbres y frutas, y por el desarrollo de nuevas especies, así como de técnicas de agricultura intensiva y del uso del barbecho. De esta manera, todavía más que la propia agricultura –que gozó de una continuidad inédita hasta entonces y de una expansión consecuente, pero cuyos beneficios se limitaban a los mercaderes-, fue la revolución agrícola de los primeros siglos tras las conquistas árabes la que aprovechó a todas las capas sociales: las clases altas que poseían las tierras y se apropiaban del producto, los campesinos que las cultivaban, y las clases bajas cuya alimentación fue evidentemente mejorada.

Un resultado también remarcable de las conquistas árabes y, podría añadirse, uno de los factores más importantes de la difusión de la ciencia en general, fue la introducción de la tecnología de la fabricación del papel en el mundo islámico por los prisioneros chinos de la guerra de 134/751. El papel sustituirá rápidamente a todas los demás soportes de escritura durante los primeros decenios de la época abbasí, y su uso fue promovido e incluso impuesto por la élite dirigente. Es interesante señalar que las diversas clases de papel que fueron fabricadas en esta época llevaban los nombres de los personajes que patrocinaban el movimiento de traducción: ya'farî, de Ya'far al-Barmakî, o talhi y tâhirî, de dos miembros del clan tâhirí.

Además de la introducción del papel, la desaparición de las barreras tras las conquistas árabes entre el Este y el Oeste de Mesopotamia tuvo un efecto cultural extremadamente benéfico, aunque manifiestamente inintencionado. Unificará las regiones y los pueblos que habían estado sometidos al helenismo durante mil años después de Alejandro Magno, mientras que aislará política y geográficamente a los bizantinos, esto es, a los cristianos ortodoxos calcedonios de lengua griega. Esto será significativo por partida doble. Por lo pronto, habían sido la política teológica de exclusión y las prácticas de ortodoxia de Constantinopla las que habían creado los cismas religiosos y, a continuación, habían empujado a los cristianos de lengua siríaca hacia la fragmentación religiosa, y, en el caso de los nestorianos, hacia Persia. La supresión efectiva en el seno del sistema islámico (el Dâr al-islâm) de esta fuente de contestación y de fragmentación cultural y la unificación de estas comunidades cristianas bajo la égida de un soberano neutral, el Estado islámico, abrió la vía a cooperación y a intercambios culturales más intensos. En segundo lugar, el aislamiento político y geográfico de los bizantinos protegerá a estas comunidades cristianas colocadas bajo la autoridad musulmana así como a otros pueblos helenizados de la commonwealth islámica del periodo oscuro y de la aversión al helenismo en los que se había deslizado Bizancio en los siglos VII y VIII.”

Dimitri Gutas, Pensée grecque, cultura arabe, Paris, Aubier, 2005, pp. 37-40.

lunes, 7 de enero de 2008

Libros perdidos


"En la historia de transmisión de los textos, la Cuarta Cruzada representó un momento mucho más dramático que la conquista de Constantinopla por los turcos. Hay pocos indicios de pérdida de textos tras el año 1453. Aún se conservan casi todos los que los copistas, lexicógrafos y eruditos bizantinos, entre 1205 y 1453, manejan y mencionan. Pero el brutal saqueo de Constantinopla por la coalición de venecianos y cruzados a inicios del siglo XIII, destruyó una enorme masa de textos escritos. A partir el año 1204, los bizantinos casi nunca muestran conocer literatura que hoy en día desconozcamos. Pero con anterioridad, la mayoría de las rarezas bibliográficas reseñadas por Focio en su Biblioteca debieron seguir estando disponibles para sus conciudadanos, en las bibliotecas capitalinas, hasta los albores del s. XIII. En un plano genérico, se afirma que durante la toma y saqueo de Constantinopla por los cruzados, en el año 1204, debió perderse una enorme masa de literatura histórica", [R. Matesanz Gascón, Omeyas, bizantinos y mozárabes. En torno a la "prehistoria fabulosa de España" de Ahmad al-Razi, Universidad de Valladolid, Valladolid, 2004, pp. 143-144].

viernes, 4 de enero de 2008

Estambul en texto e imágenes

"La misma atención que a finales del siglo XIX y principios del XX demostró Hoca Ali Riza, no por la espléndida silueta de la ciudad y los juegos de luces entre las mezquitas y el agua, sino por las calles que habían quedado a medio camino en el esfuerzo por la occidentalización y la modernización, supo demostrarla más tarde Ara Güler con sus fotografías. Las fotografías en blanco y negro de Estambul de Ara Güler nos muestran la ciudad como un lugar extremadamente amargo, tanto en sus paisajes como en el rostro de sus habitantes, en la cual perdura la vida tradicional a pesar de encontrarse en medio de un afán por occidentalizarse, en el que lo nuevo y lo viejo se unen en una melodía de desgaste, pobreza y modestia, y sus imágenes saben reflejar con una sensibilidad muy poética la textura especial que aparece al caer hoja a hoja el esplendor del pasado de los ya bastante envejecidos bancos, pasajes comerciales y edificios estatales fruto de la pasión occidentalizadora otomana, especialmente en los años cincuenta y sesenta. Las maravillosas fotografías de Ara Güler, recopiladas en el álbum El Estambul perdido, unen el Beyoglu y el Estambul de mi niñez (con sus tranvías, sus calles adoquinadas, sus anuncios callejeros y su ambiente en blanco y negro) con lo pintoresco de los suburbios, subrayando el cansancio, el envejecimiento y la amargura de la ciudad.”, Orhan Pamuk, Estambul. Ciudad y recuerdos, Mondadori, Barcelona, 2006, p. 301

jueves, 3 de enero de 2008

Goha y Tamerlán

En Las 1001 noches se encuentran varias anécdotas graciosas de Goha -el protagonista por excelencia de los chistes clásicos árabes, persas y turcos- como bufón de Timur-lang (o Timur el cojo), conocido en Occidente como Tamerlán, el segundo gran conquistador mongol después de Gengis Kan. Una de ellas dice:

Y un día, Timur que no solamente era cojo y tenía un pie de hierro, sino también era tuerto y extremadamente feo, charlaba de unas cosas y otras con Goha. Y a la sazón entró el barbero de Timur, y después de afeitarle la cabeza, le presentó un espejo para que se mirase. Y Timur se echó a llorar. Y siguiendo su ejemplo, Goha rompió en llanto, y lanzó suspiros tras gemidos, e invirtió en ello una o dos horas de tiempo. Así es que ya había acabado de llorar Timur, y Goha seguía sollozando y lamentándose. Y Timur, asombrado, le dijo: “¿Qué te pasa? Si yo he llorado fue porque me miré en el espejo de este barbero de mal augurio y me encontré verdaderamente feo. Pero, ¿porqué motivo viertes tú tantas lágrimas y continúas gimiendo tan lamentablemente?” y Goha contestó: “Dicho sea con todo respeto, ¡oh soberano nuestro! , he de hacerte observar que ha bastado que te mires un breve instante en el espejo para llorar dos horas seguidas. ¿Qué tiene, pues, de sorprendente que tu esclavo, que te está mirando todo el día, llore más tiempo que tú?” Y a estas palabras, en vez de enfadarse, Timur se echó a reír de tal manera, que se cayó de culo” [Alf layla wa layla, trad. del árabe de J.C. Madrús, versión castellana de V. Blasco Ibáñez, Barcelona, t. II, p. 1273]

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