Autor: Javier Galván, Director del Instituto Cervantes de Orán (Argelia).
Desde 1962, cuando Argelia obtuvo su independencia de Francia no se había producido una manifestación de júbilo popular y de exaltación nacional como la que estalló a las 8.15 horas de la noche del miércoles 18 de noviembre, cuando terminó en Jartum el partido de desempate de clasificación para la Copa del Mundo entre Egipto y Argelia.
Cuatro días antes se había disputado en El Cairo el último partido de la liguilla de clasificación en el que Egipto se impuso a Argelia por dos a cero, alcanzando así en la cabeza del grupo al equipo magrebí. Los enfrentamientos deportivos entre Argelia y Egipto vienen marcados por una gran rivalidad. La víspera del encuentro el autobús que conducía al equipo argelino fue apedreado, y algunos seguidores resultaron heridos en peleas con hinchas locales. En Argelia se llegó a hablar de hasta once muertos argelinos, lo que no llegó a ser confirmado por ninguna fuente fiable.
La posibilidad de estar por tercera vez en un Mundial (Argelia jugó las fases finales de 1982 en España y 1986 en México) y la rivalidad con los egipcios, habían calentado los ánimos argelinos. La forma en la que se produjo la victoria egipcia –gol en el último minuto- y sobre todo las agresiones a jugadores y seguidores argelinos en El Cairo, habían hecho subir la temperatura emocional hasta límites prebélicos. Las sedes de las compañías egipcias en Argel, fueron atacadas, y los egipcios residentes en Argelia, como un grupo de trabajadores contratados por la empresa española OHL en Orán, abandonaron cautelarmente el país.
En los días que mediaron entre el 14 y el 18 las calles de las ciudades argelinas se poblaron como nunca de banderas nacionales, en no pocos casos de dimensiones
gigantescas. Multitud de parados que cotidianamente se sientan en las terrazas de los cafés -frecuentados sólo por hombres- o se apuestan contra muros y vallas viendo pasar la vida -y a las mujeres sin hidyab(1) - se afanaban febrilmente en pintar banderas argelinas sobre las fachadas de los edificios, y en confeccionar inmensos lienzos de tela, que con ingenio instalaban sobre las calzadas de las calles principales, como los toldos urbanos que cubren en verano las calles de Andalucía. Los cláxones de los coches, y los cánticos de sus ocupantes no cesaron de sonar, durante esos cuatro días, como si el partido decisivo estuviera a punto de empezar.
Es Argelia el país del mundo donde se utilizan con mayor profusión las camisetas de los equipos de fútbol como atuendo cotidiano; las del Barça y Real Madrid las más vistas con gran diferencia. En ninguna ciudad de Cataluña se pueden ver tantos distintivos barcelonistas como en Orán. Tras la victoria de España en la Eurocopa proliferaron también en las calles argelinas, el verano pasado las camisetas de “la Roja”. Apenas sin embargo se ven habitualmente camisetas de los clubes argelinos o de su selección nacional. El paisaje urbano cambió en los días previos al encuentro del día 14, y sobre todo después de éste. Las calles se inundaron de gentes ataviadas con la camiseta de “la Hadra” (la verde), la selección argelina. Era casi imposible ver a un solo ciudadano argelino, viejo, joven, mujer o niño que no llevara encima la bandera nacional, en gorras, pañuelos, chilabas o hidjabs… Las mujeres jóvenes, se pusieron también encima la camiseta argelina y pintaron sus mejillas de blanco y verde, los colores de Argelia; lo nunca visto en este país.
El día 18 toda Argelia estaba pendiente de Jartum, ciudad elegida por la FIFA como escenario del partido de desempate. Se suspendieron los vuelos nacionales argelinos, y se estableció un puente aéreo con la capital sudanesa, a donde llegaron 15.000 aficionados argelinos, en vuelos fletados por el gobierno. Se decía en las calles que muchos hinchas no iban sólo a apoyar al equipo, sino a vengar la afrenta de El Cairo. La medida de propiciar el traslado de los hinchas más radicales a Jartum, se veía también como preventiva ante una eventual derrota argelina, que se temía degenerara en disturbios callejeros importantes como los acaecidos en mayo de 2008, cuando el club oranés Mouloudia descendió por vez primera a la segunda división, provocando el caos en la segunda ciudad de Argelia, durante tres días.
Horas antes del partido decisivo las calles eran un hervidero en blanco y verde. Los propios argelinos se sorprendían de lo que estaban viviendo; el ambiente era tenso y prefestivo, cargado de premoniciones contradictorias: gran fiesta o grandes disturbios. Impredecible. Las compañías extranjeras conminaban, más que advertir, a sus trabajadores expatriados a permanecer en sus casas desde horas antes de comenzar el partido hasta el día siguiente, cualquiera que fuera el resultado del mismo.
Por vez primera las mujeres formaban parte activa de lo que parecía una celebración anticipada. Las chicas sacaban sus cuerpos por las ventanillas de los coches ondeando banderas argelinas, o bien se montaban sobre capós y techos, en algunos casos posando seductoras como modelos, con las melenas al viento. Las ataviadas con el clásico hidjab, aun con el pelo oculto, tampoco se quedaban atrás. Salieron a la calle camiones atestados de hinchas, bailando al son del rai(2) . Jóvenes, viejos, mujeres, niños, árabes, kabiles, todo el mundo en la calle en clima de carnaval. Una explosión de libertad, en un país en el que no se llegó a levantar el toque de queda, y en el que la celebración de toda manifestación pública debe ser previamente aprobada por el gobierno de Argel.
La presencia de las fuerzas de seguridad en la calle era mínima, incluso daba la impresión que menor de lo habitual. También se veían mucho menos barbudos y mujeres con burka. El pueblo se había apropiado del espacio urbano, quizás por primera vez desde la Independencia, en 1962. Diríase que la sociedad argelina había atrapado el tiempo perdido en las tres últimas décadas y había entrado de pronto, como sin proponérselo, en la posmodernidad.
Durante el partido decisivo las calles se vaciaron por completo, como en los días de Ramadán, cuando tras el último rayo de sol se rompe el ayuno, las calles se vuelven canales vacíos, y la vida se comprime en los ilots(3) , con tal densidad que las fachadas de piedra parecen membranas a punto de estallar. Silencios expectantes pautados por rugidos corales como cantos de muecines llamando a la oración: ¡viva l`Algèrie! Gol de Argelia y locura colectiva que hace vibrar los edificios, al unísono, como diapasones en resonancia.
Tras el pitido final, la explosión de júbilo fue incontenible, desbordándose las gentes como lava por los canales de la ciudad. En un par de minutos toda Argelia estaba en la calle festejando la victoria. También la Argelia de la diáspora, en los Campos Elíseos, y en las calles principales de las grandes ciudades francesas donde las comunidades de origen argelino son muy numerosas. Estas manifestaciones de júbilo se han venido produciendo en los últimos meses cada vez que el equipo de Argelia ganaba un partido de clasificación: contra Zambia, Rwanda … Cada celebración parecía excesiva, desproporcionada para lo conseguido, que eran sólo tres puntos, y todavía no la ansiada clasificación. Sin embargo la intensidad de esas celebraciones se quedó en nada comparada con la alcanzada tras la ya histórica victoria de Jartum.
El pueblo argelino ha tenido pocas oportunidades de expresar sus emociones. Los franceses ocuparon su territorio desde 1831 hasta 1962. El primer presidente argelino, Ben Bela fue derrocado por un golpe de estado pocos años después de la independencia, que alumbró la hégira de Boumediane quien impuso un régimen socialista como los del este de Europa. El sueño argelino se fue diluyendo tras su prematura y extraña muerte, la desintegración de la URSS, y la evaporación de la utopía comunista. El ensayo de alcanzar una plena democracia se vio truncado por el ascenso del fundamentalismo islámico - que vio terreno abonado en el descontento social de la población, de tradición musulmana, pero alejada de la radicalidad- desembocando en los 90 en la llamada “década negra”, y sumiendo a Argelia en las tinieblas.
Poder colonial, poder estatal, poder religioso. El pueblo argelino ha estado siempre tutelado. Un pueblo que no ha parado de sufrir, un pueblo en búsqueda de su identidad, una identidad que no puede encerrarse, como muchos quieren, entre los parámetros exclusivos de lo árabe-musulmán. Un pueblo que ha emigrado, a Francia sobre todo, pero también a otros países de Europa, y al Canadá francófono. El sueño de una buena parte de los argelinos es emigrar. Las largas colas cotidianas ante los consulados de España y Francia lo prueban. Las pateras que llegan a las costas de Almería también.
Las grandes riquezas naturales, petróleo y gas natural sobre todo, no producen mejoras sociales, y han provocado el abandono de la agricultura, y el que no se haya llegado a una verdadera industrialización. En Argelia casi todo se importa. Su gran potencial turístico, (el desierto, los fantásticos yacimientos arqueológicos de ciudades romana como Tipasa y Timgad, imposibles de encontrar en Europa, el norte mediterráneo, las ciudades de arquitectura tan hermosa como desconocida- Argel, Orán, Ghardaia, Constantine…) permanece virgen, pues el país no acaba de abrirse al exterior. Se dice que el petróleo, tras el colonialismo y el fundamentalismo es la nueva desgracia para el pueblo argelino. Se dice que Argelia es un país rico, muy rico, con un pueblo pobre. Un país en el que no ha llegado a formarse una clase media, cuya existencia propicie su estabilidad social, política y económica.
Yacimiento de Tipasa
Arco romano de Trajano (yacimiento de Timgad)
Casbah de Argel
Abdelaziz Bouteflika, el joven brillante ministro de Exteriores de Boumediane, portavoz en una memorable sesión de Naciones Unidas de los derechos a la independencia de los pueblos africanos aún en aquel entonces bajo el yugo colonial, ha sido el único presidente argelino tras Boumediane que ha sabido estabilizar el país y poner freno al desarrollo del fundamentalismo islámico. Cumplidos los dos mandatos presidenciales que permitía la constitución, propició el cambio de ésta para acceder, sin problemas en las urnas, a un tercer mandato. A pesar de las críticas de los intelectuales en los medios de comunicación, ante lo que han considerado como paso atrás en la evolución del régimen hacia la democracia, su victoria en las urnas fue incontestable, pues para una gran parte del pueblo argelino la figura de Bouteflika, aun muy mermada su salud, es irreemplazable; el único político que puede garantizar que Argelia no caiga de nuevo en el caos. La figura del presidente argelino ha salido muy favorecida con la victoria de Jartum. En las calles se vendía su retrato; los jugadores de la hadra consiguieron así lo que no habían conseguido los organizadores de la campaña electoral, meses atrás. Árabes y kabiles, hombres y mujeres, todos unidos bajo los símbolos del estado argelino.
El gobierno argelino ha sabido manejar la tensión creada tras los dos encuentros. El egipcio sin embargo ha llamado a consultas a su embajador en Argel, y no ha sabido felicitar al ganador, y desearle suerte como único representante del mundo árabe en Sudáfrica. Por el contrario en los medios de comunicación egipcios han proliferado las descalificaciones a los argelinos, y las acusaciones de violencia a los seguidores argelinos en Jartum, denunciando atentados mortales contra ciudadanos egipcios, lo que el gobierno sudanés ha desmentido.
El argelino es muy crítico con su propio país. En la prensa son frecuentes los artículos que critican abiertamente al poder, de una manera que sería impensable en los otros países magrebíes. No es el argelino un pueblo chauvinista ni mucho menos. “Masskina -Aljazair” (pobre Argelia) es una canción y también un lugar común en el imaginario argelino. De ahí se ha pasado en un abrir y cerrar de ojos a ver en las vallas publicitarias, y en las páginas centrales de los periódicos lemas como “Algerie mon amour” y “Los argelinos y las argelinas de corazón con su selección”, algo impensable poco tiempo atrás.
Los aficionados al fútbol argelinos, son fervientes seguidores de los equipos españoles, y se identifican más con ellos que con los de su propia ciudad. Es asombroso el despliegue de profusión de banderas españolas, en cualquier manifestación pública, deportiva o no. Si en España los hinchas de los clubs deportivos portan banderas y símbolos de sus comunidades autónomas, además de las de su club, en el oeste de Argelia lo que mola es llevar una bandera española.
Hasta Jartum diríase que los argelinos no tenían confianza suficiente en sus símbolos, ni en su pertenencia a una identidad en definición constante, y tenían que apoyarse en otros símbolos, el escudo del Barça, la bandera española, la camiseta de Zidane del Real Madrid para sentirse orgullosos de su pertenencia a un colectivo. Incluso el grito de guerra para animar a sus jugadores, el santo y seña de estos días de celebraciones: “one, two, three viva l’Algerie” lo componen palabras de tres lenguas no autóctonas. Todo eso, como quizás muchas otras cosas, parece que pueden haber empezado a cambiar tras la victoria de Jartum.
Como expresaba Kharroubi Habib en el diario Le Quotidien d’Oran: “nuestro equipo nacional de fútbol ha propiciado la verdadera reconciliación de los argelinos con sí mismos, lo que la política no ha llegado a poder realizar en el plazo de diez años. La única cuestión que se plantea ahora es la de saber cómo y de qué manera el poder político va a canalizar y explotar esta dinámica. Todo es posible, lo mejor y lo peor con esta unión patriótica de la que nuestros fennecs(4) han sido los catalizadores”.
NOTAS:
(1): Pañuelo que cubre la cabeza de la mujer en el mundo islámico, en su formato más habitual.
(2): Máxima expresión de la música popular oranesa, cuyo rey indiscutible es Khaled.
(3): Manzana o unidad urbanística de las ciudades argelinas cuyo trazado sigue el modelo haussmaniano de París.
(4): Zorros del desierto. Así es como se conoce a los integrantes del equipo nacional de fútbol argelino.
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