1. Mis dos amigos, ¿por qué la brisa viene como si, en el momento en que sopla, se mezclara con perfume jalûq?
2. ¿Es que la brisa ha venido del país de mis amigos, de tal suerte que la considero como el hálito perfumado de la amiga que [me inspira] una dulce pasión?
3. Que Dios riegue la tierra en la que habita mi amiga del cuello de cisne, cuyo recuerdo enciende un fuego en mi corazón.
4. ¿Es que mi corazón se ha partido en dos pedazos, uno, que ha quedado con ella, el otro conmigo, para interceder en su favor?
“Cantó a la perfección. Cerca de la cristiana se encontraban dos sirvientas, damas de compañía reducidas a cautividad, tan hermosas que se diría eran cuartos de luna. Apenas escucharon estos versos, una de ellas se echó a llorar a lágrima viva… Avancé hacia ella y le pregunté: ¿Qué es lo que os hace llorar? –Esos versos, me respondió; son de mi padre, y al oírlos se ha reavivado mi dolor. –Esclava de Alá, ¿quién es vuestro padre? –Sulaymân ibn Mihrân al-Saraqustî; hace largo tiempo que estoy en cautividad y desde entonces no tengo noticias de mi familia.
“¡Nunca he sentido, añadía Ibn al-Kinânî, dolor más punzante que el que sentí por aquella desdichada mujer ese día!”
Henri Pérès, Esplendor de al-Andalus, Madrid, Hiperión, 1983, pp. 388-389.
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