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domingo, 7 de febrero de 2010
Mujeres y espacios. Conflictos y divergencias sobre religión, género y privacidad en el mundo musulmán actual (I)
El tema de la mujer musulmana y su papel en la sociedad actual ha suscitado y suscita muchas controversias, opiniones encontradas y posturas irreconciliables, dentro y fuera del contexto árabe e islámico. A diferencia de otras épocas en la que la mujer en el Islam apenas hacía oír su voz, en la actualidad son, en su mayoría, las propias mujeres de cultura o religión musulmana las que toman la palabra para hablar de si mismas, repensar su pasado y presentar opciones de futuro.
Vamos a plantear de forma muy esquemática y resumida las corrientes ideológicas representadas por mujeres que tratan directamente del ámbito de la intimidad y la privacidad femenina, así como su relación con el espacio público. Podemos decir que, a grandes rasgos, existen tres tendencias entre las mujeres respecto a su apreciación de la sociedad y el papel que la mujer debe jugar en ella: las feministas laicas, las feministas islámicas y las islamistas.
El feminismo laico
La separación de la religión y la política sigue siendo un objetivo crucial de las feministas laicas dentro de los países musulmanes o de mayoría musulmana y para las musulmanas de segunda generación en Europa o EEUU.
Opina Nawal as-Sadawi, famosa feminista egipcia en una entrevista:
“Debemos separar religión y Estado,… Para mí, la religión debe ser algo privado, por eso no creo en la teología de la liberación, ni en conceptos como el feminismo islámico, cristiano o judío, que son una contradicción en sí mismos.”
Y también: “Yo creo que cada uno debe ser libre para venerar a su diosa, es una libertad personal, es algo privado y separado absolutamente de cuestiones como la justicia social, el derecho, la educación o la política.”.
Por otro lado, Fadela Amara, francesa de origen argelino, feminista y fundadora de la asociación “Ni putas ni sumisas” declara en su libro:
“Yo que tan apegada estoy a las libertades fundamentales, opino que la práctica de la religión es legítima cuando ha sido elegida libremente, sin presiones ni obligación pero, sobre todo, cuando se inscribe en un marco de respeto a la regla común que es la laicidad.”, [Ni putas ni sumisas, Cátedra, Colección Feminismos, Madrid, 2004]
El valor de la laicidad se convierte en eje básico de divergencia entre feministas laicas y feministas islámicas o mujeres islamistas. Para estos dos segundos grupos el laicismo no es un valor universal sino un valor occidental y, como tal, es rechazado. Como opina Chahdortt Djavann, iraní asentada en Francia y muy crítica con el régimen islámico de su país:
“La laicidad, como valor republicano, no existe ni en la mentalidad, ni en la práctica, ni en el lenguaje de la mayoría de los inmigrantes. Ser laico ¿no es acaso reconocer que todos los ciudadanos, cualesquiera sean sus creencias, cualesquiera sean sus orígenes y su condición social, cualquiera que sea su sexo, son iguales a los ojos de las leyes republicanas? Y admitir, especialmente, que hay lugares e instituciones donde la pertenencia y la práctica religiosa no tienen lugar”, [¡Abajo el velo!, El Aleph, 2004, p. 53].
Por otro lado, consideran que el lenguaje del monoteísmo y, más concretamente, del Islam, es incompatible con la igualdad de género. Para ellas, la igualdad ante la ley entre hombre y mujeres y de oportunidades en la sociedad sólo se puede dar en sociedades laicas, democráticas y que respeten los Derechos Humanos, que las laicas consideran universales y válidos para toda cultura o tradición, sea cual sea.
Esta corriente está representada en Egipto, por ejemplo, por la Asociación de la Mujer Nueva (NWA), con sede en El Cairo, e integrada sobre todo por mujeres de clase media de entro 30 y 40 años. En palabras de la activista de izquierdas egipcia, la Sra. Aida Seif al Dawla (entrevista, El Cairo, junio 93):
"El ataque contra los derechos de la mujer sólo puede contrarrestarse con un discurso feminista y no con uno islámico. Creemos que los derechos de la mujer forman parte de los derechos humanos y que la lucha por ellos sólo deberá realizarse en el seno de un discurso laico".
La laicidad, defendida por estas feministas de distintos países y circunstancias personales, se considera como un paraguas bajo el cual se garantiza la libertad personal y la igualdad entre personas de distinto sexo, raza o condición y abogan porque la práctica de la religión sea algo esencialmente privado, personal, íntimo, ajeno al ámbito de lo social y político. Por eso, están, en su mayoría, en contra del uso del velo por parte de las mujeres musulmanas. Para las defensoras de esta corriente, el velo estigmatiza a la mujer, la marca y le restringe su libertad personal. Es un símbolo de discriminación y de alienación.
Frente a esta corriente de pensamiento, a la que se acusa de aceptar y asumir ideas propias de Occidente, la mayoría de las feministas islámicas y, sobre todo las islamistas, consideran el velo como un instrumento liberador que protege los derechos de la mujer. ¿Cómo se pueden tener puntos de vistas tan divergentes sobre un mismo objeto? El velo y su controversia no son otra cosa que el aspecto más visible y representativo de dos posturas básicamente irreconciliables respecto a la consideración del sexo, la mujer y la religión. Estas dos posturas tienen también ideas bien distintas sobre la intimidad, la privacidad y el espacio público.
Defensa del dominio de la religión en la vida pública por parte de las islamistas
Fariba Abdelkhah, en su libro "La revolución bajo el velo. Mujer iraní y régimen islamista" (Bellaterra, Barcelona, 1996), resalta la implicación social de las prácticas religiosas entre las mujeres islamistas en Irán. Lo religioso sugiere unas leyes y normas que estructuran lo social y proporcionan felicidad al individuo. La autora indaga “en esta relación tan específica entre lo social y lo religioso en el ideario de las mujeres islamistas”… su comportamiento, su modo de actuar en lo referente a las actividades religiosas, está determinado no sólo por su fe, sino también por su condición de actrices sociales responsables. [p. 128] Dentro de la ética tradicional iraní, se produce un rechazo del individualismo. Con la revolución esta actitud se reforzó entre las mujeres islamistas, porque expresa un deseo de extender las actividades religiosas más allá de la esfera individual y de reconocerles el carácter social que, al parecer es el único capaz de explicar la sumisión total a Dios. Es decir, las islamistas iraníes reivindican con fuerza una religión que tenga una actuación responsable y movilizadora en el terreno político y social.
Nilüfer Göle, socióloga turca, dice en su interesante libro "Musulmanas y modernas. Velo y civilización en Turquía" (reseñado en este Blog) que este nuevo tipo de musulmanas, en este caso las turcas, “Ponen en cuestión la concepción laica de la enseñanza superior en Turquía”, porque rechazan la idea de que la modernidad en el mundo musulmán pase inexorablemente por el arrumbamiento de la religión al terreno de las opciones éticas individuales”. (Talasa ediciones, 1996).
La cuestión de la libertad del individuo frente a la presión de la sociedad ha sido tratada en varias ocasiones por la famosa socióloga marroquí asentada en Francia, Fatima Mernissi:
“El individualismo, la reivindicación de la persona a tener intereses propios, puntos de vista respetables y opiniones legítimas, aunque diferentes de las del grupo, es un concepto extraño al extremo sentimiento de colectivo del Islam. Como cualquier teocracia el Islam está orientado hacia el grupo y los deseos individuales se menosprecian como pasiones poco piadosas, caprichosas y egoístas.”, [El poder olvidado. Las mujeres ante un Islam en cambio, Barcelona, Icaria, 1984, p. 188-189].
[Continuará]
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