Un día, al volver a casa, después de terminar de hacer unos recados, de estos que no suelen apetecer casi nunca, por lo menos a mi, encuentro a mi madre, que había venido a visitarme desde Orán, sentada en un sillón, que, inconscientemente, lo tengo colocado mirando al exterior, para ella, para cuando viene. Sus visitas a mi casa, a Alicante, es algo que viene haciendo un par de veces al año desde hace dos décadas, justo el tiempo que llevo en España,
Nada más entrar y a juzgar por el silencio que reinaba dentro de casa, deduje que lo que llevaba entre manos era lo suficientemente importante como para no contestarme:
- “Hola, estoy aquí, ¿ya quelqu’un?” Si, si, mitad y mitad, esto nos caracteriza a los argelinos.
Efectivamente, acomodada en la butaca, mirando al Castillo de Santa Bárbara, como si lo quisiera tener por testigo, y con el libro tuyo entre sus manos y sin apartar sus ojos de él, me dice:
- “¿Sabes qué? La autora es de mi quinta…
Y yo le respondo: “¡Ah, y ¿Cómo lo sabes?”
Claro que lo sabía, mi intención era provocar.
- “Bueno, de mi quinta, dos o tres años menor que yo, en fin, vamos, eso creo yo…”
- Si maman, tiene que serlo.
No hacía falta que nadie moderara su monólogo bilingüe, mitad francés mitad argelino, el de Orán, y prosiguió:
- ¡Pues en su libro habla de la Goutte de Lait! Y fíjate, que en la época francesa, aquello era de lo más indignante para los que luchábamos contra las injusticias sociales. Es muy curioso descubrir que después de tantos años, y a través de un relato, vuelves a sentir la misma rabia e indignación que sentiste hace más de 50 años...
Hubo un silencio, un silencio que, sin duda alguna, la llevaría a los años 50, lo sé, reconocí su silencio, ese silencio entre triste y rabioso, por eso es mi madre, ¿no?
Y volvió a relatarme sus recuerdos:
-Llevo toda mi vida indignándome, me dijo. Desde que tengo uso de razón, no recuerdo haber estado de acuerdo con ningún gobierno. Me siento frustrada, por partida doble, eso es peor todavía. Nunca conseguí experimentar esa sensación de confiar en alguien, en algún dirigente o siquiera en algún programa político. No recuerdo haberme sentido útil en mi país, ni siquiera cuando era francés.Cómo puede ser posible todo esto, es inverosímil, es sencillamente increíble. Lo que no entiendo es cómo puede Wassyla Tamzali seguir creyendo en su lucha.
Mi madre, una mujer con estudios básicos, entiende tu ira, tu enfado, “ta Colère”. No le costó, casi nada, expresar su gratitud hacia tu valentía que, sin saberlo, compartía contigo. Se sentía identificada con cada palabra, cada frase y cada mensaje que transmites a través de tu ensayo.
No me lo dijo, pero yo sabía que admiraba tu osadía, pues, con los tiempos que corren, cualquiera se atreve a plantarle cara a los que, de una forma u otra, siguen tomando decisiones sin contar con ellas, con nosotras.
Las Mujeres deberían luchar contra el particularismo, tienen que llegar a su identidad combatiendo en el terreno político, con o sin ayuda de los occidentales, me dijo.
Habrá que desafiar a los intelectuales occidentales que lucharon por la universalidad de los derechos humanos, y que ahora, por motivos poco convincentes para la laicidad, se están demostrando incapaces de pensar más allá de la universalidad de Europa.
“Soy del clan de aquellas mujeres y de aquellos hombres ávidos de libertad que, aunque pertenezcan a un país y a una historia, no dudan en entablar un combate contra la cultura, las tradiciones y los usos políticos de sus sociedades, cuando se oponen a esta libertad” (p. 34).
Muchas lo compartimos.
Después de varios y largos intercambios, concluimos, mi madre y yo, que ambas nos sentimos ignoradas, aún perteneciendo a dos generaciones distintas. Que ambas compartíamos mucho acerca de la laicidad, hasta tal punto que podríamos decir, que cada una en su estilo, lo reivindicamos de forma latente y continúa, aprovechando cada espacio y momento para hacerlo.
En la última década, una brecha, bastante grande, se ha abierto entre el Islam y el resto del mundo. Un temor generalizado se ha apoderado de las mentes, de casi todos, incluidas las de algunos de nuestros amig@s. Empezaron a plantearse serios interrogantes acerca de la compatibilidad entre el Islam y los principios de libertad, la democracia, el pluralismo, etc., obviando todos los esfuerzos realizados por muchos laicos, hasta tal punto que algunos no dudaron en hablar de "guerra de civilizaciones".
A nosotras no nos interesa esta guerra, no la deseamos, sino que la evitamos. Mientras tanto, much@s de nosotr@s, l@s que de una forma u otra, directa o indirectamente, queremos “distinguirnos de l@s demás”, reivindicando el derecho y la libertad de sentirnos afines a la laicidad en el Islam, una corriente vieja y novedosa a la vez, requerimos sentir esta palabra tan bonita que es la tolerancia aplicada a nosotros. No pretendemos que nadie se sienta indignado, queremos recordar que laicidad y libertad religiosa es lo mismo.
Sin citar a nadie en concreto, me tomo la libertad de hablar en el nombre de cada una de ellas, de vosotras, y decir alto y claro que nuestro objetivo común es invitar a todos a un diálogo entre musulmanes y no musulmanes, entre Oriente, Occidente y mundo Árabe y quiena quiera sumarse a la causa.
A juzgar por el estado de la opinión pública en varios países, tanto occidentales como orientales, nos preguntamos sobre el destino de nuestro sueño, el sueño de ver desaparecer la palabra religión de muchas constituciones de muchos países.
A pesar de todo, y en medio de este berenjenal, la confusión y la desesperación entre los laicos crece de forma vertiginosa; a este ritmo y a estas alturas, no nos queda más remedio que seguir creyendo en nuestra apuesta y avanzar hacia adelante con la esperanza de ver subir a nuestro tren cada vez más viajeros convencidos con los que queremos compartir nuestra aventura, hasta el final.
Acabamos nuestra diálogo sin comprender cómo, siendo los islamistas minoría en el mundo árabo-musulmán, su estrategia de probada eficacia está por encima de cualquier ley de igualdad.
No queremos que se trate de una simple reflexión sobre la mujer en el siglo XXI, sino, buscamos poner de relieve la situación de inferioridad que sufre la mujer en Argelia, tanto ahora como hace 50 años.
Por eso mismo, decidimos concluir, haciendo un pacto para que otras voces de la cultura árabo-musulmana sean oídas, la tuya, la mía, la nuestra y las vuestras.
Naima Benaicha
Licenciada e Traducción e Interpretación por la Universidad de Orán
Mediadora social intercultural
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