Shayarat al-Durr (el árbol de las perlas) era una antigua esclava de origen turco (una mameluca). Esposa de al-Salih, el último de los sultanes ayyubíes (herederos de Salah al-Din al-Ayyubi, conocido en Occidente como Saladino). Al quedarse viuda y, muerto también su hijo y heredero, Turán Shah, fue durante un breve periodo (tres meses) malikat al-muslimìn, reina de los musulmanes, “hecho sin precedentes en la historia del Islam”, según los historiadores. Después se vio obligada a desposarse con el primero de los sultanes mamelucos, Muizz Aybak al-Turkumanî, suceso que recoge la Sîra Baybars como sigue:
“Luego consultaron quién sería sultán sobre ellos y dijo Aybak al visir: “yo te nombro sultán, gobierna con justicia.” El visir dijo: “eso no ocurrirá nunca” y discreparon entre ellos. La noticia llegó a la señora Sayarat al-Durr, esposa del rey al-Salih, y les envió una carta diciendo: “yo soy la más merecedora del sultanato, tengo pruebas de ello. Yo gobernaré vuestros asuntos y estableceré un consejero mío que gobierne con justicia. Los kurdos dijeron: “estamos de acuerdo con eso”, y también los turcos, y tomó el sultanato la reina Sayarat al-Durr.”, Sirat Baybars, 144.
“Dijo el narrador: en cuanto al sultán Aybak al-Turkumânî, le aconsejaron varios amigos que pidiera la mano de la reina Sayarat al-Durr, se casara con ella y se fortaleciera en el poder. Les dijo: “estoy de acuerdo en eso, ¿quién me pedirá su mano?”, y dijeron: “no hay otro más que el emir Baybars, porque lo ha adoptado como hijo, y tiene autoridad sobre ella”. Cuando llegó el día siguiente, se sentó Mu´izz Aybak en el trono de su reino y habló a Baybars con estas palabras: “hijo mío Baybars”, y dijo: “sí”, y añadió: “deseo pedirte algo”, y le dijo: “pide lo que quieras, señor”; le dijo: “no hay vergüenza en lo lícito, porque vengo a pedirte la mano de tu madre, la señora Fatima Sayarat al-Durr, no me hagas regresar decepcionado”. Cuando el emir [Baybars] oyó aquellas palabras se calló y no respondió nada. El visir le dijo: “has de saber, hijo mío, que eras un enviado, y el enviado sólo deber comunicar; vete e informa a la señora de eso; si está de acuerdo, no pasa nada, y si no está de acuerdo, habrás cumplido con el despacho”. El emir Baybars respondió “oír es obedecer”, y se fue a su madre. Se quedó de pie sin saber qué decirle, y cuando lo vio la señora Fatima le dijo: “bienvenido seas, qué quieres, hijo mío? Le respondió: “nada”, y las noticias de aquello ya le habían llegado. Le dijo: “¿acaso no has venido para pedir mi mano para Aybak?”, y respondió: “sí”. Luego ella dijo: “por Dios, hijo, estaba decidida a no casarme después de mi esposo el rey al-Salih, pero lo he visto en un sueño y me decía: “hayya Fatima, en lo lícito no hay nada vergonzoso; si has sido invitada al matrimonio, cásate. Ahora vendrá Baybars a ti, acepta su mediación, y si no, me enfadaré contigo”. Ahora he aceptado tu mediación, cuéntame lo que ha pasado”. [Sirat Baybars, 145-146].
“Dijo el narrador: en cuanto al sultán Aybak al-Turkumânî, le aconsejaron varios amigos que pidiera la mano de la reina Sayarat al-Durr, se casara con ella y se fortaleciera en el poder. Les dijo: “estoy de acuerdo en eso, ¿quién me pedirá su mano?”, y dijeron: “no hay otro más que el emir Baybars, porque lo ha adoptado como hijo, y tiene autoridad sobre ella”. Cuando llegó el día siguiente, se sentó Mu´izz Aybak en el trono de su reino y habló a Baybars con estas palabras: “hijo mío Baybars”, y dijo: “sí”, y añadió: “deseo pedirte algo”, y le dijo: “pide lo que quieras, señor”; le dijo: “no hay vergüenza en lo lícito, porque vengo a pedirte la mano de tu madre, la señora Fatima Sayarat al-Durr, no me hagas regresar decepcionado”. Cuando el emir [Baybars] oyó aquellas palabras se calló y no respondió nada. El visir le dijo: “has de saber, hijo mío, que eras un enviado, y el enviado sólo deber comunicar; vete e informa a la señora de eso; si está de acuerdo, no pasa nada, y si no está de acuerdo, habrás cumplido con el despacho”. El emir Baybars respondió “oír es obedecer”, y se fue a su madre. Se quedó de pie sin saber qué decirle, y cuando lo vio la señora Fatima le dijo: “bienvenido seas, qué quieres, hijo mío? Le respondió: “nada”, y las noticias de aquello ya le habían llegado. Le dijo: “¿acaso no has venido para pedir mi mano para Aybak?”, y respondió: “sí”. Luego ella dijo: “por Dios, hijo, estaba decidida a no casarme después de mi esposo el rey al-Salih, pero lo he visto en un sueño y me decía: “hayya Fatima, en lo lícito no hay nada vergonzoso; si has sido invitada al matrimonio, cásate. Ahora vendrá Baybars a ti, acepta su mediación, y si no, me enfadaré contigo”. Ahora he aceptado tu mediación, cuéntame lo que ha pasado”. [Sirat Baybars, 145-146].
Fragmentos extraídos de: Ana Ruth Vidal Luengo, La dimensión mediadora en el mito árabe islámico: La Sirat Baybars, Eirene, Instituto de la Paz y los Conflictos, Universidad de Granada, 2000. Imágenes: la sultana Shayarat al-Durr, mamelucos, Baybars.
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