
Revelador donde los haya, podría comparase con la magnífica obra de Ibn Hazm: “El collar de la paloma”, aunque el tema principal no es el amor.
En este caso los actores y actrices del sexo son los protagonistas de esta lectura, que, estoy segura, será sorprendente para cualquier lector de a pie que no haya leído nunca una obra de esta temática dentro de la literatura medieval, como por ejemplo al famoso poeta Abu Nuwas, y que sea consciente del rigorismo islámico, en materia sexual, tal y como lo conocemos ahora.
Lo que realmente nos llega a sorprender es el contraste entre el antes y el después, entre una sociedad árabe desinhibida que hablaba sin tapujos de chulos, rameras y maricones, que despojaba al sexo de tabúes y normalizaba una serie de comportami

¿Qué pasaría ahora si escritores y poetas árabes abiertamente gays, que dedicaban sus más bellas obras a personas de su mismo sexo, levantaran la cabeza? Pues que seguramente se la cortarían.
La hipocresía de negar la existencia de la homosexualidad, como ya se atrevió a hacer en su día Mahmud Ahmadineyad (presidente de la República Islámica de Irán), afirmando que en su país no habían homosexuales, no es cosa de oriente y el Islam. La vuelta a las opciones más conservadoras y radicales se ha estado viendo últimamente en occidente con personajes de la talla de Berlusconi, Bush o Benedicto XVI, entre otros.
El autor de esta lectura tan procaz nació en Gafsa (Túnez) en 1184. Su padre era un cadí (juez) y su abuelo, Ahmad, había servido de secretario a las órdenes del emir al- M

Está claro que la amplia carrera de al- Tifasi, sus viajes, sus vivencias, el codearse con algunas de las mentes más brillantes de aquella época, hicieron a este hombre expandir su conciencia y darse cuenta de una realidad más allá de las nociones coránicas y familiares del momento, la de las distintas realidades sexuales.
Al pertenecer a una clase cultivada al-Tifasi hablaba de estos temas de una manera desenfadada y jocosa, al contrario de la mayoría de la gente que no sabía leer ni escribir. Esto lo hace diferente. Prueba de ello es que era un observador de la humanidad que no se le escapaba un detalle.
En el libro podemos encontrarnos con unas 15 definiciones distintas de ciertas conductas y tendencias sexuales bastante tabues tanto en aquella época como en la actualidad.
En el capítulo VI, al-Tifasi habla sobre las condiciones de la sodomía y rasgos de los mu’ ayirin o los que alquilan sus cuerpos.
El autor describe las condiciones necesarias que debe reunir un buen sodomita activo o bujarrón: tener una casa dispuesta y bien provista de salas de baño, tablero de ajedrez, libros de poemas, etc.
Al –Tifasi cuenta que una vez un hombre preguntó a un sodomita: “¿Cuál es la razón de que haya siempre tantos mancebos imberbes a tu alrededor dispuestos a satisfacer tus deseos?”
A lo que el otro contestó:
- “Ahora mismo te voy a mostrar la razón de mi éxito.”
Dicho e

El otro, a la vista de todo esto exclamó: “Basta, no sigas, no vaya a ser que acabes ensartándome aquí mismo”
Esta claro que cuanto menos os llamará la atención la manera desenfadada con la que este autor habla de la homosexualidad y la prostitución. Temas atemporales como estos que vienen existiendo desde el principio de los tiempos y seguirán latentes en cualquier sociedad oriental u occidental aunque siempre habrá personas que los intenten invisibilizar.
Hace 800 años este árabe tunecino escribía “Esparcimiento de corazones”, contando detalladamente como hombres de Dios y de ley interactuaban con rameras, chulos y homosexuales, cuando, hace sólo 5 años, Canadá prohibía a los homosexuales donar órganos, hace 4 Irán ahorcaba en una plaza a una pareja de gays y hace 3 las tropas rusas emprendían a palos con la manifestación del orgullo LGTB en las calles de Moscú. Muchos dirían que estos sucesos son una vuelta atrás, pero ¿cuánto de atrás?
Para finalizar, os transcribo una de las historias que más ha gustado, y empieza así:
“Relata Yáhiz en “El libro de los ladrones” que un viejo fue llevado ante un? valí, acusado de robo y asesinato. El valí decretó que se le metiera en la cárcel hasta que se le aplicara el castigo pertinente. Poco tiempo después metieron en esa misma cárcel a un muchacho que pertenecía a la banda del viejo y con el que mantenía relaciones carnales.
Un día, sacaron a algunos malhechores de la cárcel, incluidos el viejo y su amante para llevarlos a presencia del valí y someterles a suplicio.
Cuando le llegó su turno, el muchacho aguantó con sorprendente entereza los cien latigazos, pese a la fragilidad y juventud de su cuerpo. Este hecho no pasó inadvertido para los presentes quienes admiraron la hombría del joven. El mismo valí dijo a su séquito:
- Lo que más me sorprende de este muchacho aguerrido y valeroso es que se deje hacer por un viejo.
Al decir

- Devolvedle a su celda, pues no aguantaría ni siquiera cinco azotes.
Pero el anciano se volvió hacia él con los ojos enrojecidos por la furia y le dijo:
- No solo puedo aguantar cinco, sino cinco mil. Que mi vigor no reside en mi cuerpo sino en mi espíritu, mi ánimo y mi corazón.
- Desnudadlo.- ordenó el valí.
Los verdugos trataron de amarrarlo al poste de tortura pero el viejo se revolvió diciendo:
- No hay necesidad de atarme.
Así que se quedó de pie con el torso y la espalda descubiertas, recibiendo latigazos por doquier. Hasta quinientos latigazos soportó el valeroso anciano, fustazos horribles, pero nunca movía los pies del suelo… ¡Parecían estacas hundidas en la tierra!
El que se sentaba junto al valí le comentó con tono admirado:
- ¿Y tú reprobabas al muchacho por dejarse empalar por este viejo? ¡Por Dios que si me lo pidiera a mi tampoco me negaría!

Y el valí rió y rió hasta que se le saltaron las lágrimas.”
En definitiva, un libro interesante y ameno, repleto de pasajes que resultan hasta cómicos como habéis visto, vacío de represiones y vergüenzas. En mi opinión peca de algunos estereotipos de género, por ejemplo, cuando describe a rameras y alcahuetas. Y lo que menos me gustó de todo es la ausencia total de la homosexualidad femenina en sus relatos, aunque si las lesbianas de hoy se quejan por su invisibilidad, pensad en el grandioso burka imaginario que las cubría en el siglo XII.
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