

En opinión de estos sufíes, la intención piadosa, con la que se servían del café, hacía de su consumo una buena obra y les revelaba los misterios del mundo secreto.

Estos locales pronto se convirtieron en lugar de reunión de personas, distracción, intelectuales y gentes de letras, que pasaban el tiempo bebiendo café, discutiendo e intercambiando opiniones. Igual que había sucedido en otros lugares, la gran difusión del café suscitó la oposición de algunos círculos religiosos, que consideraban que los cafés hacían la competencia a las mezquitas, y que creían que la nueva bebida era aún peor que el vino. El hecho de que en esos establecimientos se hablara de política, se criticase las acciones de gobierno y se fomentasen intrigas, fue una de las razones por la que las autoridades se decidieron en ocasiones reprimir el consumo del café. Uno de los episodios más graves de esta represión fue el protagonizado por el sultán Murad IV, que prohibió el café, ordenó demoler todos los cafés, y ejecutó a muchos. Sin embargo tanto en esto como en otros casos, la fuerza de la realidad hizo imposible el mantenimiento de la prohibición , llegando incluso a darse la curiosa circunstancia de que los gobiernos islámicos optaron a veces medidas para remediar la carestía del café.
Texto extraído de : I. Lozano, Solaz del Espíritu en el hachís y el vino y otros textos sobre drogas, Editorial de la universidad de Granada, Granada, 1998. Páginas 34 y 35.
1 comentario:
http://lacomunidad.elpais.com/dr-akbaricus/posts
Un tema sobre el sufismo en un blog proislámico
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