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viernes, 6 de febrero de 2009

Mary Montagu. Una inglesa en el harén.

Hace tiempo que estaba interesada en escribir un post sobre las hazañas femeninas por Oriente.

En un mundo donde los poderes públicos están ocupados por personajes masculinos, a veces ciertas féminas brillan tanto que es imposible pasar por la historia sin percatarnos de su presencia.
Nuestras protagonistas en este caso, se fascinaron por una tierra que para muchos, en estos días, representa el patriarcado más despiadado. Oriente fue la pasión de estas damas, lo estudiaron, lo recorrieron y lo fotografiaron, incluso llegaron a modelar sus fronteras. Mujeres viajeras e intrépidas que infiltradas en las altas esferas del poder masculino, demostraron la indiscutible importancia de esa perspectiva tan olvidada y acallada por todos, la perspectiva femenina de la historia, un punto de vista al que no estamos muy acostumbrados.

Nuestra primera dama nació en 1689 y fue una aristócrata, viajera y escritora británica. Su nombre es Mary Montagu y fue la primera mujer occidental en acceder a los harenes otomanos. En este caso, el hecho de ser mujer le abría una puerta inaccesible para el género dominante y, gracias a esta privilegiada circunstancia, podemos disfrutar del relato de sus experiencias, que constituyen importantes documentos históricos y sociológicos.

Lady Mary mantuvo una apasionada correspondencia con familiares y un grupo de amigos selectos en la que les contaba, con todo lujo de detalles, los secretos de los harenes otomanos. Sus cartas fueron publicadas tras su muerte e inspiraron a artistas de la talla de Ingres y Voltaire.
Esta inglesa del siglo XVIII fue una ardiente feminista que reflexionó sobre la hipocresía socio-religiosa de Occidente y no tuvo pelos en la lengua para afirmar que las damas turcas de los harenes le parecían más libres que las inglesas y que el Islam no era sensiblemente distinto al Cristianismo.

Es curioso que la mayor aportación de esta mujer sea, a su vez, la menos reconocida. Sería la primera en llevar a Inglaterra una vacuna para la viruela, un antiguo método de inoculación utilizado por los doctores árabes del siglo VI, aunque esta vez el androcéntrico universo colmaría de gloria a un varón, el médico Edward Jenner por el descubrimiento “oficial” de esta vacuna en 1796.

Mary Montagu se embarcó en un viaje tan apasionante como peligroso, acompañando a su marido Edward Wortley, un parlamentario inglés que viajaría a Oriente como mediador internacional. Después de este primer viaje hizo otros, pero no fueron tan determinantes. Durante la travesía de este viaje estuvieron a punto de morir en el embravecido mar que los arrastraba a tierras otomanas.

Acostumbrada a vivir en las confortables y lujosas mansiones de Inglaterra, nunca se lamentó de las precariedades de su viaje y consiguió por ello vivir las dos caras del mundo otomano, una refinada cultura tras la Sublime Puerta custodiada por temibles jenízaros. Tras esa peligrosa puerta conoció, charló y amenizó las noches del efendi Ahmed Bay.

Más tarde esta brillante escritora decidiría investigar los baños turcos o hammam, algo que la fascinó. En una de sus cartas nos habla de los detalles de estos baños: un edificio en forma de cúpula, paredes de mármol blanco y doscientas mujeres desnudas que se dedicaban a cuidar su cuerpo y divertirse. Estas magníficas descripciones servirían de inspiración de varios autores literarios románticos. En otra de sus cartas nos cuenta una anécdota que personalmente, me parece muy divertida e irónica a su vez. Se desarrolla dentro del hamman cuando una tímida Mary Montagu se presentaba vestida de amazona en este espacio privado femenino. Las damas turcas sentían la misma curiosidad por los atuendos de la aristócrata que ésta por la desnudez desenfadad de las musulmanas. Una de ellas le insistió para que Mary le enseñara su corsé de ballenas.
“La dama que parecía de más alcurnia de todas ellas me suplicó que me sentara a su lado y de buen grado me hubiera desnudado ella misma para el baño. Me excusé con cierta dificultad pero tanto empeño pusieron en disuadirme que al final me vi obligada a desabrocharme la camisa y mostrarles las ballenas, algo que las satisfizo mucho, pues me percaté de que creyeron que me encontraba encerrada de tal modo en aquella máquina que no estaba en mi poder abrirla, y atribuyeron la idea de tal artilugio a mi marido”.

Esta intrépida aventurera es la primera de una serie de mujeres que apostaron el conocimiento y la transgresión femenina, en un espacio y época donde ser una dama limitaba enormemente el radio de acción e influencia social. En este caso todas ellas tienen una pasión en común: un área geográfica, plena de misterio y exotismo para la mentalidad de entonces, que cautivó a estas mujeres convirtiéndolas en las “Damas de Oriente”.

LAS DAMAS DE ORIENTE, Cristina Morató. Ed: Plaza y Janés, Barcelona 2005. (Pags. 25/66)

1 comentario:

Anónimo dijo...

La pregunta es ¿qué no cuentan de su entrada en los harenes? ¿qué aportó el sexo oriental al occidental o viceversa?

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