
"Entre las escenas de boato de este mundo dignas de contarse, que un día en Sur (Tiro) junto al puerto presenciamos, está el cortejo nupcial de una novia. Todos los cristianos, hombres y mujeres, se habían congregado para este efecto y se habían alineado en dos hileras a la puerta de la novia que iba a ser conducida al esposo, mientras sonaban trompetas, flautas y todos los instrumentos para tocar. Hasta que, [por fin], ella salió con marcha vacilante, entre dos hombres que la sostenían por la derecha y por la izquierda y parecían ser ambos de sus parientes maternos. Ella, con el más hermoso aspecto y el más magnífico vestido arrastraba rozagante la cola de seda bordada en oro, según el estilo acostumbrado en sus vestidos. Sobre su cabeza llevaba una diadema de oro que estaba envuelta en una red tejida de oro y en la parte alta de su pecho llevaba otra parecida, dispuesta armoniosamente. Rozagante, con sus adornos y sus aderezos, marchaba lánguidamente con la lánguida marcha de la paloma o la andadura de la nube. Dios nos libre de la turbación (fitna) ante tal espectáculo.
Delante de ella iban personajes principales de entre los cristianos, con sus galas más suntuosas y espléndidas, arrastrando tras ellos las colas de sus vestidos, detrás de ella, sus iguales y pares de entre los cristianos marchaban procesionalmente con sus más preciosos vestidos; iban pavoneándose en la fastuosidad de sus aderezos. Los que tocaban los instrumentos precedían. Los musulmanes y los otros cristianos habían formado en el camino dos hileras de espectadores que los contemplaban sin dar muestras de desaprobar aquello.
Y, así, la condujeron hasta introducirla en la casa de su esposo, y pasaron ese día en festín. Fue la casualidad la que nos procuró la vista de este fastuoso espectáculo. Busquemos refugio en Dios contra su seducción".
Ibn Yubair, A TRAVÉS DEL ORIENTE. El siglo XII ante los ojos. Rihla, Ed. del Serbal, Barcelona, 1988. Pág. 356-357
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