Hind Bint Utba, fue el tipo de mujer dinámica, influyente y llena de iniciativa, tanto en el plano privado como en la vida pública. Esta mujer desempeñó un papel primordiales la oposición mecana a Mahoma, hasta el punto de que, cuando el profeta conquistó la Meca, su nombre figuraba en la lista de los escasos mecanos para los que le profeta solicitaba la pena de muerte. Éste no le perdonaba su ritual de cantos y bailes en el campo de batalla de Uhud entre los cadáveres de los musulmanes: “Las mujeres, que habían vuelto de la montaña, se mantenían detrás de la tropa tocando el pandero para animar a los soldados. Hind, mujer de Abu Sufiyan, bricaba y bailaba, cantando estos versos:
Somos hijas de la estrella matutina:
Caminamos sobre cojines
Tenemos los cuellos adornados de perlas:
Y los cabellos, perfumados con almizcle.
Os abrazamos, si lucháis:
Adiós al amor.
Uno de los papeles de las mujeres en la Arabia preislámica era incitar a los hombres a luchar hasta el final, a no rendirse, a afrontar la muerte en el campo de batalla.
Hind y su canto de guerra, al contrario, representan una imagen de la feminidad como impulso de la muerte. Además, los historiadores musulmanes describen a Hind como una antropófaga, pues se supone que se comió el hígado de Hamza, el tío del profeta, al que detestaba especialmente.
Ibn Hayyar justifica, por otra parte, los excesos de Hind en el campo de batalla de Uhud y recuerda que la tenía tomada con el tío del profeta porque aquél había matado a su tío en Sheiba y había tomado parte en las intrigas que condujeron a la muerte de su padre, Utba. Su odio al Islam no sólo era conocido, sino reconocido como justo, puesto que estaba diezmando a su clan. Se comprende, pues, que el profeta pidiera su cabeza tras su entrada triunfal en La Meca, en el año 8 de la hégira (630). Como era la mujer de Abu Sufiyan, el jefe de la ciudad, éste abogó por ella ante Mahoma. Cuando le fue acordada la gracia, debía presentarse ante Mahoma con las delegaciones de las mujeres de La Meca, para la bey’a (juramento de fidelidad), tras haber hecho su declaración de fe. El juramento de fidelidad de Hind, que los historiadores han transcrito palabra por palabra, sigue siendo una obra maestra de humor e insolencia política por parte de una mujer forzada a someterse, pero que no renuncia a su derecho a expresarse. Cuando el profeta le pidió que jurase que “no cometerá adulterio.” Hind replicó: “Una mujer libre nunca comete adulterio.” Se supone que el profeta lanzó una mirada divertida a Ómar, “pues conocía las aventuras de Hind y sus relaciones con Ómar antes del islamismo.” La personalidad de Hind ha fascinado de tal forma a los historiadores que le han dedicado páginas enteras.
FÁTIMA MERNISSI
EL HARÉN POLÍTICO, EL PROFETA Y LAS MUJERES
Somos hijas de la estrella matutina:
Caminamos sobre cojines
Tenemos los cuellos adornados de perlas:
Y los cabellos, perfumados con almizcle.
Os abrazamos, si lucháis:
Adiós al amor.
Uno de los papeles de las mujeres en la Arabia preislámica era incitar a los hombres a luchar hasta el final, a no rendirse, a afrontar la muerte en el campo de batalla.
Hind y su canto de guerra, al contrario, representan una imagen de la feminidad como impulso de la muerte. Además, los historiadores musulmanes describen a Hind como una antropófaga, pues se supone que se comió el hígado de Hamza, el tío del profeta, al que detestaba especialmente.
Ibn Hayyar justifica, por otra parte, los excesos de Hind en el campo de batalla de Uhud y recuerda que la tenía tomada con el tío del profeta porque aquél había matado a su tío en Sheiba y había tomado parte en las intrigas que condujeron a la muerte de su padre, Utba. Su odio al Islam no sólo era conocido, sino reconocido como justo, puesto que estaba diezmando a su clan. Se comprende, pues, que el profeta pidiera su cabeza tras su entrada triunfal en La Meca, en el año 8 de la hégira (630). Como era la mujer de Abu Sufiyan, el jefe de la ciudad, éste abogó por ella ante Mahoma. Cuando le fue acordada la gracia, debía presentarse ante Mahoma con las delegaciones de las mujeres de La Meca, para la bey’a (juramento de fidelidad), tras haber hecho su declaración de fe. El juramento de fidelidad de Hind, que los historiadores han transcrito palabra por palabra, sigue siendo una obra maestra de humor e insolencia política por parte de una mujer forzada a someterse, pero que no renuncia a su derecho a expresarse. Cuando el profeta le pidió que jurase que “no cometerá adulterio.” Hind replicó: “Una mujer libre nunca comete adulterio.” Se supone que el profeta lanzó una mirada divertida a Ómar, “pues conocía las aventuras de Hind y sus relaciones con Ómar antes del islamismo.” La personalidad de Hind ha fascinado de tal forma a los historiadores que le han dedicado páginas enteras.
FÁTIMA MERNISSI
EL HARÉN POLÍTICO, EL PROFETA Y LAS MUJERES
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