
Acaba de publicarse en en castellano el libro autobiográfico de la pensadora feminista argelina Wassyla Tamzali con el título "Mi tierra argelina. Una mujer entre la revolución y la guerra civil", en Saga editorial. Mencionaremos, a continuación, en nuestra traducción, algunos pasajes de la obra de esta conocida y reconocida autora:

"Podría citar a más de una y de uno, pero ¿acaso importan sus nombres y sus apellidos? y ¿qué importa donde están hoy y lo que hacen, si fueron rubios o morenos, prolijos o silenciosos? Solamente quería decir que éramos unos personajes de carne y hueso, con sueños políticos, y que nos parecíamos como dos gotas de agua a nuestras utopías. Gracias a la pasión que vivimos valientemente esos años vuelvo hoy a mi país. Gracias a ella me queda un poco de esperanza. Por falta de esperanza los jóvenes sueñan con una vida mejor fuera de Argelia. ¿Qué tenemos que decirles nosotros los más mayores? ¿Cómo explicarles que la pasión que nos llevó durante tantos años a seguir soñando con lo imposible sigue viva? Si es que comprendo algo yo misma ¿Cómo comprender este deslumbramiento? Quizás debería decir, para permanecer fiel a la joven mujer de la foto con la piel tostada por el sol del desierto, que las luces de este deslumbramiento que me cegaron en 1962, se apagaron en una larga puesta de sol".

Cuenta Wassyla TAmzali que "Assia Djebbar, la francófona, la escritora, la cineasta de la película “Memoria Sepultada por las Mujeres”, encarnaba la soledad en la cual se refugiaba el pensamiento a finales de los años 1970, el fin de nuestras utopías. Se fue de nuevo a París. Después de París, más lejos todavía, lejos de las tierras argelinas. De ahora en adelante estará ausente para siempre, silenciosa detrás de sus libros y sus reconocimientos internacionales. Siempre presente para mí, como en aquella tarde durante los debates cuando, por fin, supe que era muy afín a ella, un sentimiento raro en el país de mis raíces".
"Escogió el exilio, como casi todos los que vivían en nº 27 de la Calle Ben-Mehidi, en Argel, y se apoderaban ingenuamente del cine como arma absoluta.
Yo también, un día, me fui. Tardé mucho en decidirme, pero acabé yéndome. Me quedaba aferrada a este país. Sin comprometerme realmente, ya que había elegido ser abogada, me sentí fascinada por la Argelia de Boumediène, una Argelia totalmente en construcción. Estaba como en una atalaya, al acecho, la mano en forma de visera, tratando de percibir al hombre nuevo que por todas partes, anunciaba: " ¡Alcanzaremos a Francia en una generación!". Estaba confiada, con la mirada fija en el horizonte, sin ver dónde ponía los pies. Y el horizonte, como todo horizonte, me evitaba. Lo que esperaba no llegaba. Para recargar las pilas, me ausentaba durante breves estancias. Y cada vez que volvía, era siempre al punto de partida, mareada de tantas idas y venidas: de Argel a Roma, de Roma a París, de París a Argel, intentando difundir por todas partes la buena noticia, el cuento en el que creía. Pero La revolución argelina se vivía mucho mejor fuera que dentro de Argelia."

"“¿Por qué no te quedas a vivir aquí?”. Cada vez iba más a menudo a Túnez, más exactamente a Sidi Bou Said, mi campo fortificado favorito, a algunas decenas de kilómetros de Túnez.

Entrada escrita por Naima Benaicha, profesora del Área de Estudios Árabes e Islámicos