
Chicago es la segunda novela del escritor egipcio Alaa Al Aswany, autor de El edificio Yacobián. Su primera novela alcanzó un gran éxito en Egipto y fue traducida a varios idiomas, entre ellos al castellano. También fue llevada al cine por el director egipcio Marwan Hamed. Y es una estupenda adaptación que os

Al Aswany escribe en un árabe moderno fácil de leer, sin grandes complicaciones de estilo ni de vocabulario y bastante accesible para alumnos de últimos cursos de árabe. No utiliza ni el vocabulario ni las estructuras, mucho más clásicas, de grandes escritores egipcios como Yusuf Idris o Naguib Mahfuz. A pesar de hacer bastante uso del diálogo, no escribe en dialecto egipcio, a diferencia de Khaled al Khamissi, autor de Taxi, libro anteriormente comentado en Araboislámica.
Esta vez, como su título indica, las distintas tramas entrecruzadas, se sitúan en la ciudad de Chicago. La novela comienza con bosquejo histórico de la ciudad para después pasar a tratar de una de las protagonistas, Shaimaa Mohamady, que, tras conseguir una beca para ir a estudiar a la Universidad de Illinois “llegó

Al igual que el Edificio Yacobián, en la novela nos encontramos diversos personajes, siendo difícil destacar a uno como protagonista principal por encima de otros. Los personajes no son caracterizados con gran profundidad sino que responden a tipos determinados: el político corrupto, el fundamentalista hipócrita y trepa, el extremista de izquierdas muy crítico con el gobierno egipcio, el cristiano copto igualmente crítico con el gobierno egipcio, etc. Cada uno de ellos plantea cuestiones que se refieren más a corrientes ideológicas, políticas o religiosas que a personas de carne y hueso.

La finalidad de la novela es clara, abrir los ojos al lector medio y educarlo. Se plantea el tema de la drogadicción en una chica joven y los modos que los padres deben prevenirla o luchar contra ella. Se habla de la satisfacción sexual de la mujer y de los modos de conseguirla. Se trata abiertamente de la tortura en Egipto, de la corrupción política, de la discriminación a la minoría copta, de la relación entre un árabe y una judía, etc.
El más claramente educativo es el de los modos de satisfacción femenina. Es el capítulo 27 en el que Chris, una americana casada con un egipcio pero con problemas matrimoniales, se decide a entrar en un Sex shop para comprarse un vibrador. Casualmente, el establecimiento cuenta con una experta sexóloga que le informa sobre la diferencia entre orgasmo clitoridiano y vaginal, el punto G y las excelencias de los vibradores, sobre todo, como liberadores para la mujer de la dependencia de un hombre en la obtención de placer. Todo un alegato feminista defendido por este más que atrevido escritor egipcio.

Sin embargo, los personajes femeninos que aparecen no son felices. No logran lo que quieren y, en último término, Al Aswany relata relaciones de pareja insatisfactorias, debido a los condicionantes culturales y a las convenciones sociales.
La ironía se mezcla con la crítica social como en el pasaje siguiente en el que Salah, un egipcio asentado en Chicago, consigue localizar y hablar por teléfono con su antigua amiga-novia, a la que nunca volvió a ver pero que no había olvidado.
“-¿Salah? ¡No puede ser! ¿Eres tú?- a pesar del paso del tiempo, su voz todavía conservaba la ternura de antaño.
- ¿Te llamo en un mal momento? No quiero molestarte si tienes trabajo.
- Salah, soy funcionaria del Gobierno egipcio. Nuestra tarea se limita a estar en la oficina, nada más. Siempre tenemos tiempo libre.
…
Salah le preguntó cómo estaban las cosas en Egipto.
-Egipto está peor que nunca, Salah –le respondió consternada-… No hay democracia, y no nos hemos librado del subdesarrollo, la ignorancia y la corrupción. Todo va a peor. Las ideas reaccionarias se extienden como una plaga. Imagínate, en mi departamento trabajan cincuenta funcionarias. ¿Te quieres creer que yo soy la única musulmana que no lleva velo?
- ¿Cómo ha podido cambiar tanto el país?
-La represión, la pobreza, las injusticias, la falta de esperanza en el futuro… En realidad, lo que está viviendo el país no es una verdadera religiosidad, sino una depresión generalizada que se manifiesta a través de un extraño exhibicionismo religioso.” (pp. 279-280, cap. 32)

La novela no tiene un final cerrado, es decir, no todas las historias abiertas se cierran, dado el número de personajes. No obstante, las que lo hacen no son optimistas. Reflejan la idea de que la presión del aparato estatal, la corrupción y los intereses político-económicos dominan al individuo y su vida y que no es posible escapar de esas redes.

Imágenes: 1)Portada del original árabe de Chicago, 2)Fotograma de la película, con el gran actor Adel Imam, 3) Campus universitario de Illinois, 4)Portada de la versión inglesa de Chicago, 5) Ciudad de Chicago, 6) Portada de la versión española de Chicago, 7) Alaa Al Aswany.