
No se insistirá lo suficiente acerca de la significación histórica de las conquistas árabes. Egipto y el Creciente fértil fueron reunificados con Persia y la India en los planos político, administrativo y económico por vez primera después de Alejandro Magno y durante un periodo considerablemente más largo que el breve reinado de éste. La gran brecha económica y cultural que había dividido al mundo civilizado a lo largo de un milenio antes del nacimiento del islam, la frontera entre Oriente y Occidente formada por los dos grandes ríos que había engendrado a los dos poderes antagonistas en cada orilla, terminaron de existir. Eso hizo posible el libre flujo de las materias primas y de los objetos manufacturados, de los productos agrícolas y de las mercancías de lujo, de los hombres y de los servicios, de las técnicas y los savoir-faire, de las ideas, los métodos y las modas de pensamiento. El impacto saludable de este acontecimiento fue acentuado por el hecho de que fue inmediatamente posterior a las desastrosas guerras perso-bizantinas de los años 570-630, que habían asolado la región, habían devastado a la población local y habían interrumpido el comercio. Las guerras, como todos los conflictos sucesivos entre griegos, romanos y bizantinos por un lado, y los persas por el otro, habían sido provocadas por las barreras económicas levantadas por la división política del Próximo Oriente entre Oriente y Occidente. Más concretamente, el libre acceso a las rutas comerciales parece haber estado en el núcleo del conflicto. Antes del estallido de nuevas hostilidades después de la muerte de Justiniano en 565, su sucesor Justino II (565-578), consciente del efecto de la guerra sobre el comercio, entró en negociaciones con los turcos oguz de Asia central con el propósito de permitir a los bizantinos la obtención de un acceso a la ruta septentrional de la seda, al norte del mar Caspio.
Un aspecto particular de la prosperidad económica introducida por la reunión de Oriente y Occidente merece una atención especial. Si bien, como era de esperar, el comercio se aprovechó particularmente de las nuevas condiciones instauradas por la Pax islamica, fue la agricultura la que conoció una auténtica revolución. El alzamiento de las barreras entre la India y el Mediterráneo oriental fue acompañado por la importación sistemática en el Suroeste de Asia y en el Mediterráneo de numerosas especies de plantas, legumbres y frutas, y por el desarrollo de nuevas especies, así como de técnicas de agricultura intensiva y del uso del barbecho. De esta manera, todavía más que la propia agricultura –que gozó de una continuidad inédita hasta entonces y de una expansión consecuente, pero cuyos beneficios se limitaban a los mercaderes-, fue la revolución agrícola de los primeros siglos tras las conquistas árabes la que aprovechó a todas las capas sociales: las clases altas que poseían las tierras y se apropiaban del producto, los campesinos que las cultivaban, y las clases bajas cuya alimentación fue evidentemente mejorada.
Un resultado también remarcable de las conquistas árabes y, podría añadirse, uno de los factores más importantes de la difusión de la ciencia en general, fue la introducción de la tecnología de la fabricación del papel en el mundo islámico por los prisioneros chinos de la guerra de 134/751. El papel sustituirá rápidamente a todas los demás soportes de escritura durante los primeros decenios de la época abbasí, y su uso fue promovido e incluso impuesto por la élite dirigente. Es interesante señalar que las diversas clases de papel que fueron fabricadas en esta época llevaban los nombres de los personajes que patrocinaban el movimiento de traducción: ya'farî, de Ya'far al-Barmakî, o talhi y tâhirî, de dos miembros del clan tâhirí.

Dimitri Gutas, Pensée grecque, cultura arabe, Paris, Aubier, 2005, pp. 37-40.
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