Mujeres como Um Salama, Aixa, Jadiya... entre otras mujeres muy importantes que no tuvieron relación sentimental con el profeta, son el recuerdo de las primeras mujeres que reclamaban su derecho y la igualdad de sexos y de condición, ya que, en esa época en el Islam las mujeres dependían de su condición para tener o no un buen trato.
De Aixa me ha impresionado, dado la época de la que estamos hablando, el papel fundamental que desempeñó en la vida de dos de los califas ortodoxos que sucedieron a Mahoma. Contribuyó a la desestabilización de Uzmán, el tercer califa ortodoxo, al negarse a ayudarlo en el momento en que estaba sitiado en su propio domicilio por los rebeldes.
Abandonó Medina al borde de la guerra civil para hacer la peregrinación a la Meca, a pesar de las protestas de muchos notables de su entorno.
En cuanto a Ali, el cuarto califa ortodoxo, contribuyó a su caída al dirigir la oposición armada que no aceptaba su legitimidad.
Los historiadores llamaron a ese enfrentamiento “la batalla del camello”, aludiendo al camello que montaba Aixa, evitando de esa manera ligar en la memoria de los musulmanes de a pie un nombre de mujer con el de una batalla.
Sakina , se cuenta que era una mujer de gran belleza, pero no solo belleza física, ya que, para los árabes la belleza no sólo consiste en el físico sino en un conjunto de gracia física, inteligencia crítica y una gran elocuencia.
Los hombres más poderosos se la disputaban, califas y príncipes le pedían en matrimonio, que ella rechazaba por razones políticas. No obstante, acabará casándose con cinco maridos. Disputó con unos, hizo declaraciones de amor a otros, llevó a uno ante los tribunales por infidelidad y nunca consintió a ninguno la ta’a (principio de obediencia, clave del matrimonio musulman). En sus contratos de matrimonio, estipulaba que no obedecería al marido, que sólo haría su antojo y que no le reconocería el derecho a la poligamia, todo ello debido a su interés político y su dedicación por la poesía.
Seguía recibiendo en su casa a poetas y asistiendo, a pesar de sus múltiples matrimonios, a los consejos de los Quraishíes.
Sakina guardará toda su vida un desprecio que no dudará en expresar hacia la dinastía Omeya y sus sanguinarios métodos, ya que el padre de ésta, Husein, tras la muerte de Muawiya, como se negó a jurar fidelidad al hijo de éste, fue asesinado en Karbala en presencia de todos los suyos entre ellos Sakina, que lo acompañaba.
Otro dato impresionante de esta mujer, dada la época de la que estamos hablando, es que obligó a uno de sus maridos a firmar un contrato de matrimonio oficializando su derecho al “nushuz”, la rebelión contra la autoridad marital, que traía de cabeza a los alfaquíes. Reivindicaba su derecho a ser nashiz, y hacía alarde de ello, como de su belleza y talento, para afirmar la importancia y vitalidad de la mujer en la tradición árabe.
A Mosab b. az-Zubair, el marido al que amó más, lo mató abd al-Málik b.Marwan, el quinto califa omeya (685-705).
Sakina murió en Medina, a los sesenta y ocho años (en el año 117 de la hégira). Otras fuentes dicen que murió a los sesenta y siete años en Kufa. Imágenes: pintura mural de la iglesia mozárabe de san Baudilio de Berlanga.
De Aixa me ha impresionado, dado la época de la que estamos hablando, el papel fundamental que desempeñó en la vida de dos de los califas ortodoxos que sucedieron a Mahoma. Contribuyó a la desestabilización de Uzmán, el tercer califa ortodoxo, al negarse a ayudarlo en el momento en que estaba sitiado en su propio domicilio por los rebeldes.
Abandonó Medina al borde de la guerra civil para hacer la peregrinación a la Meca, a pesar de las protestas de muchos notables de su entorno.
En cuanto a Ali, el cuarto califa ortodoxo, contribuyó a su caída al dirigir la oposición armada que no aceptaba su legitimidad.
Los historiadores llamaron a ese enfrentamiento “la batalla del camello”, aludiendo al camello que montaba Aixa, evitando de esa manera ligar en la memoria de los musulmanes de a pie un nombre de mujer con el de una batalla.
Sakina , se cuenta que era una mujer de gran belleza, pero no solo belleza física, ya que, para los árabes la belleza no sólo consiste en el físico sino en un conjunto de gracia física, inteligencia crítica y una gran elocuencia.
Los hombres más poderosos se la disputaban, califas y príncipes le pedían en matrimonio, que ella rechazaba por razones políticas. No obstante, acabará casándose con cinco maridos. Disputó con unos, hizo declaraciones de amor a otros, llevó a uno ante los tribunales por infidelidad y nunca consintió a ninguno la ta’a (principio de obediencia, clave del matrimonio musulman). En sus contratos de matrimonio, estipulaba que no obedecería al marido, que sólo haría su antojo y que no le reconocería el derecho a la poligamia, todo ello debido a su interés político y su dedicación por la poesía.
Seguía recibiendo en su casa a poetas y asistiendo, a pesar de sus múltiples matrimonios, a los consejos de los Quraishíes.
Sakina guardará toda su vida un desprecio que no dudará en expresar hacia la dinastía Omeya y sus sanguinarios métodos, ya que el padre de ésta, Husein, tras la muerte de Muawiya, como se negó a jurar fidelidad al hijo de éste, fue asesinado en Karbala en presencia de todos los suyos entre ellos Sakina, que lo acompañaba.
Otro dato impresionante de esta mujer, dada la época de la que estamos hablando, es que obligó a uno de sus maridos a firmar un contrato de matrimonio oficializando su derecho al “nushuz”, la rebelión contra la autoridad marital, que traía de cabeza a los alfaquíes. Reivindicaba su derecho a ser nashiz, y hacía alarde de ello, como de su belleza y talento, para afirmar la importancia y vitalidad de la mujer en la tradición árabe.
A Mosab b. az-Zubair, el marido al que amó más, lo mató abd al-Málik b.Marwan, el quinto califa omeya (685-705).
Sakina murió en Medina, a los sesenta y ocho años (en el año 117 de la hégira). Otras fuentes dicen que murió a los sesenta y siete años en Kufa. Imágenes: pintura mural de la iglesia mozárabe de san Baudilio de Berlanga.
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